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Tendrán o no importancia
las cuestiones simbólicas, pero hay una realidad:
desde que se autorizó la solicitud de los dominios
.cat, ya hay más de 1.500 pedidos y un centenar
en funcionamiento. Tendrán o no importancia las
cuestiones simbólicas, pero las universidades
catalanas se han apresurado a poner sus webs en el nuevo
dominio, así como algunos medios de comunicación
como Vilaweb o el Regió 7 y el Ayuntamiento
de Barcelona. El Estatut ha sometido la opinión
pública al debate sobre la redefinición
de quién somos y hacia dónde vamos --de
vez en cuando es saludable para saber quién no
somos y hacia dónde no vamos--, pero la vida
cotidiana demuestra que estos debates no están
tan lejos de la sensibilidad de
la sociedad civil. Cuando la Fundació PuntCAT
abrió el registro de solicitudes, en pocas horas
recibió 500, aunque este dominio queda por ahora
reservado para las entidades que promueven la lengua
y la cultura catalanas.
El .cat, como tantas otras cosas,
es una señal de identidad alejada del alboroto
político que muchas veces hace pasar inadvertida
una realidad muy palpable: quien se siente de un lugar,
el que sea, quiere que quede claro en detalles que pueden
parecer anecdóticos pero que configuran la identidad
de unos en relación con la de otros. Esta realidad
tiene muy poco que ver con las adscripciones políticas
y mucho con señalar desde dónde se mira
el mundo. Y en menos de 24 horas se ha hecho evidente
que hay más de 1.500 entidades, bien diversas,
que lo miran desde aquí y que a través
de la red, quieren que quede claro en todas partes.
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