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El nacimiento de la nueva formación
política Ciutadans de Catalunya es una buena
noticia. Pasar de la foto inicial de quince intelectuales
quejumbrosos a un teatro con ochocientos afiliados entusiastas
es toda una novedad. Los intelectuales no siempre recorren
el trecho que separa el dicho del hecho. Esta vez sí,
aunque no todos. Curiosamente los que se han borrado
son los que mejor escriben. Los otros ahora Ciudadanos
de España ya están dentro del juego, por
más que reafirmen su voluntad de figurar en un
discreto segundo plano. Pronto EDCB (por Espada, De
Carreras y Boadella) ya no podrán hablar de la
clase política catalana como si no fuera con
ellos ni sustraerse a las miserias de la lucha partidista.
En campaña electoral, no podrán opinar
en los foros públicos sin firmar asociados a
las siglas de su partido político, sean éstas
las que al final sean. Deberán participar en
reuniones donde se decida qué eslóganes
usar y contratar asesores de todo tipo para los candidatos
que finalmente decidan poner al frente de su proyecto.
Su nombre actual, tan tarradellista, les empuja
por el abúlico pendiente de la previsibilidad.
¿Serán capaces de evitar la tentación
de usar un tópico "ja som aquí"
en el día de su constitución? Finalmente,
los resultados en las urnas reflejarán la medida
exacta del calado social de su mensaje. Sean cuales
sean sus resultados, al día siguiente de su debut
electoral deberán buscar la manera de decir que
han sido un éxito. De entrada lo tienen bastante
bien, porque parten de cero, pero si no se alejan demasiado
del punto de partida comprobarán que en los barrios
extraparlamentarios hay muy pocos micrófonos.
Ochocientos afiliados les pueden parecer muchos, pero
esa cifra les equipara a una docena de formaciones del
arco extraparlamentario.
En cuanto
a su ideario, destacan dos mensajes a la contra: dicen
ser no nacionalistas e ir contra el establishment.Ambos
enunciados me atraen, pero les encuentro dos pegas.
Un verdadero no nacionalista debería estar en
contra de todos los nacionalismos con una intensidad
proporcional al poder que ejercen sobre él, y
en su discurso no hay ni una sola alusión al
nacionalismo español. ¿Acaso no existe?
¿Acaso no es mucho más poderoso que el
catalán o el vasco? ¿No dispone de instituciones,
ejército, símbolos, catecismo y medios
de comunicación afines? Espada habla de "expulsar
el nacionalismo del espacio público" y los
nacionalistas españoles le aplauden. ¿Bono
no entra en sus planes de expulsión? ¿Y
Zaplana? El establishment más poderoso
es el español, contra el cual estos no nacionalistas
no dicen ni mu. Tal vez porque su discurso - ellos aún
no- forma parte de ese establishment que no tienen intención
de combatir. Lo establecido, hoy, es el Estado tal como
lo define la Constitución. La paradoja es que,
defensores como se proclaman de la unidad de España,
limiten su campo de acción a Catalunya, como
si ya fuera un sujeto político independiente.
¿Qué opinión les merece a estos
no nacionalistas la política lingüística
balear y valenciana? ¿Con qué argumentos
hablan de ninguneo quienes disponen del aliento inquebrantable
de la Brunete mediática? ¿En qué
difieren de Vidal-Quadras? Y, sobre todo, ¿dónde
está su equivalente no nacionalista en España?
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