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14 de novembre de 2004
Novetats  
   
Prender la llama de la paz
Gemma Zabaleta, Odón Elorza i Denis Itxaso
  Diario Vasco, 12 de novembre de 2004
   
 

Dice un proverbio chino que todo largo camino comienza bajo tus pies. Sabemos por experiencia propia que el camino de la paz, la libertad y la convivencia en Euskadi es un camino empedrado, lleno de trampas y viciado por unas condiciones de juego desiguales para algunos y que sectores del nacionalismo institucional aprovechan para consolidar su hegemonía política.

Sin embargo intuimos, como quizás un buen número de vascos, que estamos en el último tramo, cerca del desenlace, o al menos que se dan ciertas circunstancias que invitan a imaginar el final del túnel. Es verdad que se ha producido un relevo en el Gobierno Español fruto del hartazgo por un Gobierno que, entre otras torpezas, profundizó la sima del conflicto vasco alimentando los más viscerales enfrentamientos entre los nacionalismos vasco y español. No es menos cierto que la Ley de Partidos así como el achique de espacios políticos al que el nacionalismo institucional está sometiendo a la izquierda abertzale han convertido a la ilegalizada Batasuna en un agente político aturdido que busca una nueva estrategia que le permita respirar, apostar exclusivamente por las vías políticas y volver al juego político para no perder uno de los últimos trenes que le queda para desempeñar un papel en la normalización de la política vasca.

Según se ha anunciado, Batasuna prepara una propuesta para la resolución del conflicto político que ha generado ciertas expectativas en torno a las novedades que puede introducir. Sus propios responsables han hablado de salto cualitativo y de una oferta que pretende el consenso y que no responde a un proyecto partidista. La historia más reciente aconseja una especial cautela porque en muchas ocasiones las esperanzas y las ilusiones se han convertido en espejismos que se han frustrado con la elocuente realidad de los hechos. Pero ésta puede ser una oportunidad que no se debería desaprovechar en una coyuntura en la que la posibilidad de una desaparición a medio plazo del terrorismo de ETA empieza a adquirir una cierta entidad y va a permitir, si se confirma, un debate para la propia Batasuna, más libre y con menos complejos. El mismo comunicado de ETA conocido en los últimos días es novedoso cuando expresa su disposición a "explorar nuevas vías" y a respaldar un proceso de diálogo "entre todos los agentes" y "sin condiciones previas".

La carta de seis ex dirigentes de ETA desde las cárceles ha evidenciado la inutilidad del uso de la violencia, su aislamiento social y la debilidad operativa en la que se encuentra la banda, por lo que podría interpretarse como un paso histórico de alcance impredecible. Nosotros sabemos que el terrorismo, más que inútil, ha sido moralmente devastador y sólo ha prendido la llama de odio. En efecto, las armas tienen que desaparecer porque el principal respeto a la voluntad de los vascos pasa por el principio elemental del derecho a la vida y por acabar con la intimidación, pero tampoco podemos cerrar los ojos a los cambios que puedan estar produciéndose en el mundo de la izquierda abertzale. Sin caer en la ingenuidad podemos valorar con perspectiva determinados movimientos que, si son sinceros, permitirán un debate político sin tabúes.

De entrada, sería saludable y positivo que la izquierda abertzale asumiera la metodología de los consensos cualificados y no de las mayorías simples puesto que las reglas de juego de una sociedad se establecen en base a esos amplios acuerdos. De esta forma podrían superarse los planteamientos excluyentes con los que fue concebida la Declaración de Lizarra. Tanto este pacto como la negociación entre el PNV, EA y ETA proyectaron un proceso de acumulación de fuerzas en clave soberanista y no un proceso de paz y de ensanchamiento del consenso jurídico-político, por lo que corregir aquel enfoque se convierte en un paso imprescindible. En Irlanda del Norte, el acuerdo alcanzado se sustentó en el denominado principio de consentimiento entre ambas comunidades y no podemos olvidar que el gran defecto del plan Ibarretxe estriba en su procedimiento unilateral y en la prepotente minusvaloración del adversario. Cualquier paso de la izquierda abertzale en el reconocimiento real del pluralismo y la complejidad de la sociedad es un avance nada despreciable. Habrá quienes piensen que llega tarde después de tantos años de intimidación. Pero seguramente es más inteligente en este momento destacar la importancia de que llegue.

Los socialistas vascos no podemos permanecer ajenos a esta situación. Si lo hacemos corremos el riesgo de observar las oportunidades para alcanzar la paz como convidados de piedra, mientras el PNV prosigue en busca de la hegemonía para negociar un nuevo marco político desde una posición clientelar de fuerza y mayoría y perpetuarse en el poder.

El alto nivel de exigencia que mantenemos frente a los violentos no nos debe cerrar los ojos ante señales, todavía incipientes, probablemente contradictorias, pero que hay que saber valorar. Debemos ser conscientes de que se tienen que mover más y que hay muchas víctimas del terrorismo que tienen que ser reconocidas y escuchadas ahora más que nunca porque han dejado en el camino compañeros de viaje a quienes les silenciaron para siempre. Pero también sabemos que ese mundo busca salidas.

Si se da esa apuesta por la vía de acción democrática, será el momento de repensar la estrategia antiterrorista desde la fortaleza que le otorga al Estado de Derecho el no saberse chantajeado para obrar con absoluta libertad en función de las nuevas circunstancias que puedan concurrir. ETA debe ser consciente de la necesidad de un nuevo ciclo y abrir definitivamente un nuevo escenario de distensión. En ese sentido, el acercamiento de presos a cárceles vascas es una demanda parlamentaria respaldada por un buen número de ciudadanos vascos, que responde a criterios humanitarios y que encuentra cobijo en la actual legislación penitenciaria.

Por otra parte, la revisión de la ilegalización de Batasuna debería plantearse no como una moneda de cambio político y mucho menos como una cesión al chantaje terrorista, sino como un paso audaz y valiente del Estado de Derecho por avanzar hacia el final del terrorismo y la consecución de la paz.

Ha de quedar claro que la pelota está ante todo en el tejado de la izquierda abertzale que tiene que saber pilotar su transición, si bien el Presidente Zapatero y el PSE-EE también deberían ser valientes y asumir algún riesgo para ganar la libertad, sobre todo cuando quienes han violentado nuestra convivencia tienen la oportunidad de colaborar con la inmensa mayoría de este pueblo, que espera impaciente a que prenda la llama de la paz.