Dice un proverbio chino que todo
largo camino comienza bajo tus pies. Sabemos por experiencia
propia que el camino de la paz,
la libertad y la convivencia en Euskadi es un camino
empedrado, lleno de trampas y viciado por unas condiciones
de juego desiguales para algunos y que sectores del
nacionalismo institucional aprovechan para consolidar
su hegemonía política.
Sin embargo intuimos, como quizás
un buen número de vascos, que estamos en el último
tramo, cerca del desenlace, o al menos que se dan ciertas
circunstancias que invitan a imaginar el final del túnel.
Es verdad que se ha producido un relevo en el Gobierno
Español fruto del hartazgo por un Gobierno que,
entre otras torpezas, profundizó la sima del
conflicto vasco alimentando los más viscerales
enfrentamientos entre los nacionalismos vasco y español.
No es menos cierto que la Ley de Partidos así
como el achique de espacios políticos al que
el nacionalismo institucional está sometiendo
a la izquierda abertzale han convertido a la ilegalizada
Batasuna en un agente político aturdido que busca
una nueva estrategia que le permita respirar, apostar
exclusivamente por las vías políticas
y volver al juego político para no perder uno
de los últimos trenes que le queda para desempeñar
un papel en la normalización de la política
vasca.
Según se ha anunciado, Batasuna
prepara una propuesta para la resolución del
conflicto político que ha generado ciertas expectativas
en torno a las novedades que puede introducir. Sus propios
responsables han hablado de salto cualitativo y de una
oferta que pretende el consenso y que no responde a
un proyecto partidista. La historia más reciente
aconseja una especial cautela porque en muchas ocasiones
las esperanzas y las ilusiones se han convertido en
espejismos que se han frustrado con la elocuente realidad
de los hechos. Pero ésta puede ser una oportunidad
que no se debería desaprovechar en una coyuntura
en la que la posibilidad de una desaparición
a medio plazo del terrorismo de ETA empieza a adquirir
una cierta entidad y va a permitir, si se confirma,
un debate para la propia Batasuna, más libre
y con menos complejos. El mismo comunicado de ETA conocido
en los últimos días es novedoso cuando
expresa su disposición a "explorar nuevas
vías" y a respaldar un proceso de diálogo
"entre todos los agentes" y "sin condiciones
previas".
La carta de seis ex dirigentes de ETA
desde las cárceles ha evidenciado la inutilidad
del uso de la violencia, su aislamiento social y la
debilidad operativa en la que se encuentra la banda,
por lo que podría interpretarse como un paso
histórico de alcance impredecible. Nosotros sabemos
que el terrorismo, más que inútil, ha
sido moralmente devastador y sólo ha prendido
la llama de odio. En efecto, las armas tienen que desaparecer
porque el principal respeto a la voluntad de los vascos
pasa por el principio elemental del derecho a la vida
y por acabar con la intimidación, pero tampoco
podemos cerrar los ojos a los cambios que puedan estar
produciéndose en el mundo de la izquierda abertzale.
Sin caer en la ingenuidad podemos valorar con perspectiva
determinados movimientos que, si son sinceros, permitirán
un debate político sin tabúes.
De entrada, sería saludable y
positivo que la izquierda abertzale asumiera la metodología
de los consensos cualificados y no de las mayorías
simples puesto que las reglas de juego de una sociedad
se establecen en base a esos amplios acuerdos. De esta
forma podrían superarse los planteamientos excluyentes
con los que fue concebida la Declaración de Lizarra.
Tanto este pacto como la negociación entre el
PNV, EA y ETA proyectaron un proceso de acumulación
de fuerzas en clave soberanista y no un proceso de paz
y de ensanchamiento del consenso jurídico-político,
por lo que corregir aquel enfoque se convierte en un
paso imprescindible. En Irlanda del Norte, el acuerdo
alcanzado se sustentó en el denominado principio
de consentimiento entre ambas comunidades y no podemos
olvidar que el gran defecto del plan Ibarretxe estriba
en su procedimiento unilateral y en la prepotente minusvaloración
del adversario. Cualquier paso de la izquierda abertzale
en el reconocimiento real del pluralismo y la complejidad
de la sociedad es un avance nada despreciable. Habrá
quienes piensen que llega tarde después de tantos
años de intimidación. Pero seguramente
es más inteligente en este momento destacar la
importancia de que llegue.
Los socialistas vascos no podemos permanecer
ajenos a esta situación. Si lo hacemos corremos
el riesgo de observar las oportunidades para alcanzar
la paz como convidados de piedra, mientras el PNV prosigue
en busca de la hegemonía para negociar un nuevo
marco político desde una posición clientelar
de fuerza y mayoría y perpetuarse en el poder.
El alto nivel de exigencia que mantenemos
frente a los violentos no nos debe cerrar los ojos ante
señales, todavía incipientes, probablemente
contradictorias, pero que hay que saber valorar. Debemos
ser conscientes de que se tienen que mover más
y que hay muchas víctimas del terrorismo que
tienen que ser reconocidas y escuchadas ahora más
que nunca porque han dejado en el camino compañeros
de viaje a quienes les silenciaron para siempre. Pero
también sabemos que ese mundo busca salidas.
Si se da esa apuesta por la vía
de acción democrática, será el
momento de repensar la estrategia antiterrorista desde
la fortaleza que le otorga al Estado de Derecho el no
saberse chantajeado para obrar con absoluta libertad
en función de las nuevas circunstancias que puedan
concurrir. ETA debe ser consciente de la necesidad de
un nuevo ciclo y abrir definitivamente un nuevo escenario
de distensión. En ese sentido, el acercamiento
de presos a cárceles vascas es una demanda parlamentaria
respaldada por un buen número de ciudadanos vascos,
que responde a criterios humanitarios y que encuentra
cobijo en la actual legislación penitenciaria.
Por otra parte, la revisión de
la ilegalización de Batasuna debería plantearse
no como una moneda de cambio político y mucho
menos como una cesión al chantaje terrorista,
sino como un paso audaz y valiente del Estado de Derecho
por avanzar hacia el final del terrorismo y la consecución
de la paz.
Ha de quedar claro que la pelota
está ante todo en el tejado de la izquierda abertzale
que tiene que saber pilotar su transición, si
bien el Presidente Zapatero y el PSE-EE también
deberían ser valientes y asumir algún
riesgo para ganar la libertad, sobre todo cuando quienes
han violentado nuestra convivencia tienen la oportunidad
de colaborar con la inmensa mayoría de este pueblo,
que espera impaciente a que prenda la llama de la paz.
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