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29 de febrer
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Propuesta a la Mesa de Ajuria Enea
José Antonio Ardanza
 

1. Tras veinte años de iniciarse y consolidarse el proceso democrático, un terrorismo que se dice de intencionalidad política persiste en nuestro país. Tal persistencia provoca ya, por sí sola, honda preocupación en la ciudadanía, que se pregunta por nuestra capacidad para hacer frente al fenómeno y buscarle al solución más adecuada.

Esta preocupación se ha visto incrementada por el recrudecimiento de los atentados de ETA en este inicio de 1997.

En lo poco que va de año ETA ha perpetrado más asesinatos que en todo el año pasado. Se da, por otra parte, la circunstancia de que cuatro asesinatos han sido cometidos en el breve periodo de una semana, en lugares muy alejados entre sí de la geografía española y sobre personas pertenecientes a los más diversos grupos sociales. Todo ello se produce, además, mientras ETA mantiene secuestradas a dos personas.

De otro lado, en el ámbito concreto de la sociedad vasca, al terrorismo ejercido por ETA se le han sumado, en los últimos tiempos, nuevas manifestaciones de sabotajes y violencia callejera, que han ahondado todavía más la preocupación social y provocado entre los ciudadanos vascos una sensación de inseguridad y de desprotección.

2. Ante este cúmulo de hechos, queremos asegurarle, en primer lugar, a la sociedad que compartimos su honda preocupación y que somos sensibles a las demandas que dirige a las instituciones democráticas para que le garanticen la protección eficaz de sus personas y bienes, de sus derechos y libertades, y encuentren además las vías más adecuadas que conduzcan a la superación definitiva de la presente situación.

Pero, compartida sinceramente esta preocupación de la sociedad y escuchadas atentamente sus demandas, también nos ha parecido conveniente, en estos momentos de especial dificultad, pedirle un esfuerzo de serenidad y de responsabilidad. Porque, contra los que parecen sugerir ciertas valoraciones simplistas que con frecuencia se hacen, tanto el terrorismo de ETA como sus derivaciones políticas y sociales constituyen un fenómeno en extremo complejo, como compleja es también esta misma sociedad que los padece y que debe hacerles frente.

Pedimos, por tanto, a esta sociedad vasca que tome en consideración esa complejidad y que encuentre en ella, y no en ninguna supuesta falta de voluntad o de firmeza, la causa principal de las dificultades y discrepancias que los partidos políticos vascos y las instituciones, al igual que otros agentes sociales, venimos manifestando a la hora de dar con las respuestas más idóneas y con las soluciones más acertadas al problema.

Así, por tomar como ejemplo un asunto que hoy nos preocupa de manera especial a todos, el de los sabotajes y la violencia callejera, queremos advertir a la sociedad que, al tratarse de un fenómeno relativamente nuevo entre nosotros, al ejercerse encuadrado en una estrategia global de carácter terrorista y desestabilizador, y al estar, por tanto, deliberadamente organizado y dirigido desde esa misma estrategia, plantea problemas que al sistema democrático, en sus distintas vertientes legislativas, judiciales, policiales y políticas, le resultan difíciles de resolver, si quiere respetar al mismo tiempo su propia naturaleza democrática y sus propios procedimientos garantistas de los derechos y de las libertades de los ciudadanos.

No pretendemos utilizar este ejemplo, ni cualquier otro de los muchos que podrían añadirse, como excusa de nuestros innegables errores y deficiencias institucionales y partidarias. Sólo queremos que la sociedad los juzgue con pleno conocimiento de causa, de modo que pueda evitar la desconfianza que podrían provocar en ella ciertos planteamientos en exceso simplistas y, en ocasiones, demagógicos.

3. Pero, reconocida la complejidad del problema, también enviar a la sociedad un mensaje sincero y unánime de serenidad y confianza, mensaje que, más allá de cualquier voluntarismo, se fundamenta en el análisis objetivo de los siguientes datos de la realidad:

  1. El reciente recrudecimiento de la actividad terrorista demuestra, sin duda, que ETA mantiene intacta su voluntad de matar y de extender el terror a través de la muerte. Pero si su voluntad no ha cambiado, su capacidad para llevarla a la práctica no es hoy la misma que hace tan sólo unos años. La acción policial interna y la cooperación internacional se están demostrando eficaces en el progresivo debilitamiento de la organización.
    ETA puede seguir haciendo daño. Pero la propia organización conoce mejor que nadie en qué medida ha ido mermando su capacidad operativa. La sociedad democrática cometería un grave error si atribuyera a ETA más fuerza de la que ella misma se reconoce y tiene. En estos momentos de recrudecimiento de la actividad terrorista queremos decirle a la sociedad que no pierda ni la serenidad ni la perspectiva a la hora de analizar la evolución del fenómeno y de constatar los importantes avances realizados.

  2. La propia violencia callejera, por preocupante que sea, no ha de interpretarse como un signo de fortaleza, sino, por el contrario, como una señal de progresivo debilitamiento y degeneración del proyecto político del MLNV. Así, organizada con la intención de suplir las evidentes carencias operativas de ETA, está produciendo los efectos colaterales contrarios: extender el rechazo social frente al MLNV y su proyecto político y provocar disensiones y distanciamientos en el seno de la propia izquierda abertzale. En tal sentido, la violencia callejera, en vez de un éxito, representa el fracaso de una estrategia que, pretendiendo representar una confrontación entre el pueblo vasco y el Estado español, acaba provocando y visualizando la división, el odio y el enfrentamiento entre los vascos dentro de la propia sociedad vasca. En esto se ha convertido el supuesto proyecto de «construcción nacional». Pues bien, cuando un proyecto político degenera hasta tales extremos, muy poco cabe esperar de su capacidad para acumular fuerzas y adhesiones para el futuro.
    Animemos, por tanto, a la sociedad democrática vasca a que haga suya esta reflexión cuando tenga que hacer frente, como ya lo está haciendo, al fenómeno de sabotajes y de la violencia callejera.

  3. Las instituciones democráticas disponen de los mecanismos suficientes para enfrentarse al problema del terrorismo en todas sus manifestaciones, y tienen la decidida voluntad de aplicarlos.
    Todas ellas -las legislativas, las judiciales y las ejecutivas- son plenamente conscientes de la gravedad del problema, así como de la responsabilidad que cada una de ellas tiene para responder a la demanda ciudadana de eficacia y cooperación.
    Nosotros, como responsables políticos de tales instituciones, nos comprometemos a perfeccionar y activar todos los mecanismos de que dispone el sistema para hacer frente al problema y satisfacer la creciente demanda ciudadana de protección y de seguridad.

  4. Contamos, finalmente, con una sociedad vasca que ha dado ya muestras más que suficientes de no dejarse arredrar por esa minoría violenta. Las siguen dando, día a día, en sus puestos de trabajo, en la escuela, en la universidad, en los medios de comunicación y en las plazas y calles de todo Euskadi, es decir, en todos aquellos lugares en los que la integridad y la libertad de todos sus ciudadanos están amenazadas.
    Queremos mencionar de manera especial las muestras que cada día dan esos jóvenes, organizados en torno a los diversos movimientos pacifistas, que constituyen la mejor garantía de un futuro en paz para nuestro pueblo.
    A todos ellos les animamos a que continúen en ese compromiso activo con la democracia y con la paz. Nada resulta más frustrante para los violentos que comprobar su propia incapacidad para rebasar los límites del gueto en el que ellos mismos se han encerrado.
    Queremos, por tanto, transmitir a la sociedad nuestro convencimiento de que estos tres elementos -eficacia y colaboración policiales, funcionamiento ágil y coordinado de las instituciones y partidos democráticos, y concienciación y activismo ciudadanos- constituyen tres pilares imprescindibles, junto con el respeto escrupuloso, por parte de todos, de la voluntad popular demo-cráticamente expresada, sobre los que ha de construirse el edificio de la paz. En tal sentido, nos comprometemos desde aquí a reforzarlos.

4. Pero, dicho esto, tampoco queremos ocultar a la sociedad las profundas diferencias que hoy nos separan a los partidos y que la opinión pública tan bien conoce. Mantenemos ciertamente una unidad sin fisuras en el rechazo activo de la violencia como instrumento de acción política. Pero discrepamos a la hora de diseñar algunas de las medidas que habrían de adoptarse para su definitiva superación.

Hemos de reconocer que en este terreno no hemos avanzado al ritmo que nos demanda la sociedad. Porque ésta, además de actitudes firmes de rechazo, nos exige también propuestas de solución. y en este sentido, aunque no es ciertamente responsabilidad nuestra el hecho de que una minoría fanatizada se haya enquistado en torno a una organización terrorista, sí asumimos como propia la responsabilidad de hacer todo lo que esté en nuestras manos por alcanzar una sociedad plenamente integrada y reconciliada.

Sería, por otra parte, injusto no reconocer que, desde los partidos y desde las instituciones hemos hecho esfuerzos notables en esa dirección. El propio acuerdo de Ajuria Enea constituyó una oferta sincera de integración y pacificación a través de un final dialogado para los violentos y de su reinserción en la sociedad.

Apoyamos más tarde, en virtud de ese mismo acuerdo, los procesos de diálogo que se produjeron a lo largo de 1988 y que culminaron en las negociaciones de Argel de 1989. Más recientemente, en nuestra reunión del 25 de junio de 1996, respondimos a la misma tregua de ETA con una oferta razonable de diálogo. Nuestra posición ha quedado siempre clara.

La respuesta de ETA, por el contrario, ha sido siempre frustrante. Más asesinatos, más secuestros, más sabotajes y más violencia callejera para imponer una negociación con el Estado al margen de la sociedad a la que dice representar. Y, a la vez, más desprecio a las ofertas sinceras que surgen de la propia sociedad vasca a través de sus representantes más genuinos de su pluralidad. Hechos todos ellos que nos hacen dudar muy seriamente de que ETA esté apelando a la vía del diálogo para alcanzar un arreglo razonable y no para imponer su propia solución.

A pesar de ello, nosotros no vamos a eludir la responsabilidad que nos corresponde en orden a propiciar un arreglo democrático que ponga fin a tanto sufrimiento absurdo e inútil e instaure un futuro de paz en nuestro pueblo. En tal sentido, nuestra oferta del 25 de junio sigue en pie.

y como es precisamente en este terreno en el que más profundas son nuestras diferencias, anunciamos desde aquí nuestra voluntad de iniciar una nueva fase de trabajo desde esta mesa. El objetivo será superar nuestras actuales discrepancias, reforzar el consenso democrático y sus foros de expresión, y concretar, desde el consenso recuperado ya partir de los principios del Acuerdo de Ajuria Enea y de las declaraciones que lo han desarrollado hasta ahora, el proceso que debería conducir a ese arreglo razonable y democrático que, mediante el diálogo, sea capaz de recuperar la actual situación de violencia.

Estamos convencidos de que para alcanzar este objetivo la discreción y la intensificación del diálogo entre los partidos deberán ser las pautas básicas de actuación. A ambas nos comprometemos.

Basaremos, por tanto, el diálogo interpartidario en encuentros informales y discretos, a desarrollar no necesariamente en reuniones plenarias de la mesa.

Tras nueve años de reuniones, nos ha parecido que este nuevo método de trabajo es indispensable para hacer precisamente de la mesa, además de foro de consenso, un órgano operativo en el proceso de pacificación y de sus reuniones plenarias hitos importantes en dicho proceso. Esperamos que la opinión pública y los medios de comunicación que la informan sepan entender las razones de nuestro comportamiento.

5. No queremos terminar sin transmitir nuestra más sentida solidaridad a los familiares de los ciudadanos recientemente asesinados por ETA, así como a José Antonio Ortega Lara ya Cosme Delclaux, inhumanamente secuestrados por ETA ya sus familiares.