|
1. Tras veinte
años de iniciarse y consolidarse el proceso democrático,
un terrorismo que se dice de intencionalidad política
persiste en nuestro país. Tal persistencia provoca
ya, por sí sola, honda preocupación en
la ciudadanía, que se pregunta por nuestra capacidad
para hacer frente al fenómeno y buscarle al solución
más adecuada.
Esta preocupación se ha visto
incrementada por el recrudecimiento de los atentados
de ETA en este inicio de 1997.
En lo poco que va de año ETA
ha perpetrado más asesinatos que en todo el año
pasado. Se da, por otra parte, la circunstancia de que
cuatro asesinatos han sido cometidos en el breve periodo
de una semana, en lugares muy alejados entre sí
de la geografía española y sobre personas
pertenecientes a los más diversos grupos sociales.
Todo ello se produce, además, mientras ETA mantiene
secuestradas a dos personas.
De otro lado, en el ámbito concreto
de la sociedad vasca, al terrorismo ejercido por ETA
se le han sumado, en los últimos tiempos, nuevas
manifestaciones de sabotajes y violencia callejera,
que han ahondado todavía más la preocupación
social y provocado entre los ciudadanos vascos una sensación
de inseguridad y de desprotección.
2. Ante este cúmulo de
hechos, queremos asegurarle, en primer lugar, a la sociedad
que compartimos su honda preocupación y que somos
sensibles a las demandas que dirige a las instituciones
democráticas para que le garanticen la protección
eficaz de sus personas y bienes, de sus derechos y libertades,
y encuentren además las vías más
adecuadas que conduzcan a la superación definitiva
de la presente situación.
Pero, compartida sinceramente esta preocupación
de la sociedad y escuchadas atentamente sus demandas,
también nos ha parecido conveniente, en estos
momentos de especial dificultad, pedirle un esfuerzo
de serenidad y de responsabilidad. Porque, contra los
que parecen sugerir ciertas valoraciones simplistas
que con frecuencia se hacen, tanto el terrorismo de
ETA como sus derivaciones políticas y sociales
constituyen un fenómeno en extremo complejo,
como compleja es también esta misma sociedad
que los padece y que debe hacerles frente.
Pedimos, por tanto, a esta sociedad
vasca que tome en consideración esa complejidad
y que encuentre en ella, y no en ninguna supuesta falta
de voluntad o de firmeza, la causa principal de las
dificultades y discrepancias que los partidos políticos
vascos y las instituciones, al igual que otros agentes
sociales, venimos manifestando a la hora de dar con
las respuestas más idóneas y con las soluciones
más acertadas al problema.
Así, por tomar como ejemplo un
asunto que hoy nos preocupa de manera especial a todos,
el de los sabotajes y la violencia callejera, queremos
advertir a la sociedad que, al tratarse de un fenómeno
relativamente nuevo entre nosotros, al ejercerse encuadrado
en una estrategia global de carácter terrorista
y desestabilizador, y al estar, por tanto, deliberadamente
organizado y dirigido desde esa misma estrategia, plantea
problemas que al sistema democrático, en sus
distintas vertientes legislativas, judiciales, policiales
y políticas, le resultan difíciles de
resolver, si quiere respetar al mismo tiempo su propia
naturaleza democrática y sus propios procedimientos
garantistas de los derechos y de las libertades de los
ciudadanos.
No pretendemos utilizar este ejemplo,
ni cualquier otro de los muchos que podrían añadirse,
como excusa de nuestros innegables errores y deficiencias
institucionales y partidarias. Sólo queremos
que la sociedad los juzgue con pleno conocimiento de
causa, de modo que pueda evitar la desconfianza que
podrían provocar en ella ciertos planteamientos
en exceso simplistas y, en ocasiones, demagógicos.
3. Pero, reconocida la complejidad
del problema, también enviar a la sociedad un
mensaje sincero y unánime de serenidad y confianza,
mensaje que, más allá de cualquier voluntarismo,
se fundamenta en el análisis objetivo de los
siguientes datos de la realidad:
- El reciente recrudecimiento de la
actividad terrorista demuestra, sin duda, que ETA
mantiene intacta su voluntad de matar y de extender
el terror a través de la muerte. Pero si su
voluntad no ha cambiado, su capacidad para llevarla
a la práctica no es hoy la misma que hace tan
sólo unos años. La acción policial
interna y la cooperación internacional se están
demostrando eficaces en el progresivo debilitamiento
de la organización.
ETA puede seguir haciendo daño. Pero la propia
organización conoce mejor que nadie en qué
medida ha ido mermando su capacidad operativa. La
sociedad democrática cometería un grave
error si atribuyera a ETA más fuerza de la
que ella misma se reconoce y tiene. En estos momentos
de recrudecimiento de la actividad terrorista queremos
decirle a la sociedad que no pierda ni la serenidad
ni la perspectiva a la hora de analizar la evolución
del fenómeno y de constatar los importantes
avances realizados.
- La propia violencia callejera, por
preocupante que sea, no ha de interpretarse como un
signo de fortaleza, sino, por el contrario, como una
señal de progresivo debilitamiento y degeneración
del proyecto político del MLNV. Así,
organizada con la intención de suplir las evidentes
carencias operativas de ETA, está produciendo
los efectos colaterales contrarios: extender el rechazo
social frente al MLNV y su proyecto político
y provocar disensiones y distanciamientos en el seno
de la propia izquierda abertzale. En tal sentido,
la violencia callejera, en vez de un éxito,
representa el fracaso de una estrategia que, pretendiendo
representar una confrontación entre el pueblo
vasco y el Estado español, acaba provocando
y visualizando la división, el odio y el enfrentamiento
entre los vascos dentro de la propia sociedad vasca.
En esto se ha convertido el supuesto proyecto de «construcción
nacional». Pues bien, cuando un proyecto político
degenera hasta tales extremos, muy poco cabe esperar
de su capacidad para acumular fuerzas y adhesiones
para el futuro.
Animemos, por tanto, a la sociedad democrática
vasca a que haga suya esta reflexión cuando
tenga que hacer frente, como ya lo está haciendo,
al fenómeno de sabotajes y de la violencia
callejera.
- Las instituciones democráticas
disponen de los mecanismos suficientes para enfrentarse
al problema del terrorismo en todas sus manifestaciones,
y tienen la decidida voluntad de aplicarlos.
Todas ellas -las legislativas, las judiciales y las
ejecutivas- son plenamente conscientes de la gravedad
del problema, así como de la responsabilidad
que cada una de ellas tiene para responder a la demanda
ciudadana de eficacia y cooperación.
Nosotros, como responsables políticos de tales
instituciones, nos comprometemos a perfeccionar y
activar todos los mecanismos de que dispone el sistema
para hacer frente al problema y satisfacer la creciente
demanda ciudadana de protección y de seguridad.
- Contamos, finalmente, con una sociedad
vasca que ha dado ya muestras más que suficientes
de no dejarse arredrar por esa minoría violenta.
Las siguen dando, día a día, en sus
puestos de trabajo, en la escuela, en la universidad,
en los medios de comunicación y en las plazas
y calles de todo Euskadi, es decir, en todos aquellos
lugares en los que la integridad y la libertad de
todos sus ciudadanos están amenazadas.
Queremos mencionar de manera especial las muestras
que cada día dan esos jóvenes, organizados
en torno a los diversos movimientos pacifistas, que
constituyen la mejor garantía de un futuro
en paz para nuestro pueblo.
A todos ellos les animamos a que continúen
en ese compromiso activo con la democracia y con la
paz. Nada resulta más frustrante para los violentos
que comprobar su propia incapacidad para rebasar los
límites del gueto en el que ellos mismos se
han encerrado.
Queremos, por tanto, transmitir a la sociedad nuestro
convencimiento de que estos tres elementos -eficacia
y colaboración policiales, funcionamiento ágil
y coordinado de las instituciones y partidos democráticos,
y concienciación y activismo ciudadanos- constituyen
tres pilares imprescindibles, junto con el respeto
escrupuloso, por parte de todos, de la voluntad popular
demo-cráticamente expresada, sobre los que
ha de construirse el edificio de la paz. En tal sentido,
nos comprometemos desde aquí a reforzarlos.
4. Pero, dicho esto, tampoco
queremos ocultar a la sociedad las profundas diferencias
que hoy nos separan a los partidos y que la opinión
pública tan bien conoce. Mantenemos ciertamente
una unidad sin fisuras en el rechazo activo de la violencia
como instrumento de acción política. Pero
discrepamos a la hora de diseñar algunas de las
medidas que habrían de adoptarse para su definitiva
superación.
Hemos de reconocer que en este terreno
no hemos avanzado al ritmo que nos demanda la sociedad.
Porque ésta, además de actitudes firmes
de rechazo, nos exige también propuestas de solución.
y en este sentido, aunque no es ciertamente responsabilidad
nuestra el hecho de que una minoría fanatizada
se haya enquistado en torno a una organización
terrorista, sí asumimos como propia la responsabilidad
de hacer todo lo que esté en nuestras manos por
alcanzar una sociedad plenamente integrada y reconciliada.
Sería, por otra parte, injusto
no reconocer que, desde los partidos y desde las instituciones
hemos hecho esfuerzos notables en esa dirección.
El propio acuerdo de Ajuria Enea constituyó una
oferta sincera de integración y pacificación
a través de un final dialogado para los violentos
y de su reinserción en la sociedad.
Apoyamos más tarde, en virtud
de ese mismo acuerdo, los procesos de diálogo
que se produjeron a lo largo de 1988 y que culminaron
en las negociaciones de Argel de 1989. Más recientemente,
en nuestra reunión del 25 de junio de 1996, respondimos
a la misma tregua de ETA con una oferta razonable de
diálogo. Nuestra posición ha quedado siempre
clara.
La respuesta de ETA, por el contrario,
ha sido siempre frustrante. Más asesinatos, más
secuestros, más sabotajes y más violencia
callejera para imponer una negociación con el
Estado al margen de la sociedad a la que dice representar.
Y, a la vez, más desprecio a las ofertas sinceras
que surgen de la propia sociedad vasca a través
de sus representantes más genuinos de su pluralidad.
Hechos todos ellos que nos hacen dudar muy seriamente
de que ETA esté apelando a la vía del
diálogo para alcanzar un arreglo razonable y
no para imponer su propia solución.
A pesar de ello, nosotros no vamos a
eludir la responsabilidad que nos corresponde en orden
a propiciar un arreglo democrático que ponga
fin a tanto sufrimiento absurdo e inútil e instaure
un futuro de paz en nuestro pueblo. En tal sentido,
nuestra oferta del 25 de junio sigue en pie.
y como es precisamente
en este terreno en el que más profundas son nuestras
diferencias, anunciamos desde aquí nuestra voluntad
de iniciar una nueva fase de trabajo desde esta mesa.
El objetivo será superar nuestras actuales discrepancias,
reforzar el consenso democrático y sus foros
de expresión, y concretar, desde el consenso
recuperado ya partir de los principios del Acuerdo de
Ajuria Enea y de las declaraciones que lo han desarrollado
hasta ahora, el proceso que debería conducir
a ese arreglo razonable y democrático que, mediante
el diálogo, sea capaz de recuperar la actual
situación de violencia.
Estamos convencidos
de que para alcanzar este objetivo la discreción
y la intensificación del diálogo entre
los partidos deberán ser las pautas básicas
de actuación. A ambas nos comprometemos.
Basaremos, por
tanto, el diálogo interpartidario en encuentros
informales y discretos, a desarrollar no necesariamente
en reuniones plenarias de la mesa.
Tras nueve años
de reuniones, nos ha parecido que este nuevo método
de trabajo es indispensable para hacer precisamente
de la mesa, además de foro de consenso, un órgano
operativo en el proceso de pacificación y de
sus reuniones plenarias hitos importantes en dicho proceso.
Esperamos que la opinión pública y los
medios de comunicación que la informan sepan
entender las razones de nuestro comportamiento.
5. No queremos terminar sin transmitir
nuestra más sentida solidaridad a los familiares
de los ciudadanos recientemente asesinados por ETA,
así como a José Antonio Ortega Lara ya
Cosme Delclaux, inhumanamente secuestrados por ETA ya
sus familiares.
|