INTRODUCCIÓN. La responsabilidad
de EAJ-PNV
I. La sociedad vasca busca caminos
de paz.
1. Una nueva oportunidad
· Factores propiciadores de paz
· El valor de la sociedad
· Por una paz justa
· Una responsabilidad de todos
· Una victoria de todos
· Un programa de reconciliación
· El reconocimiento y la reparación a
las víctimas
· La hora de la política
2. Valores ya asumidos
· Nuestro compromiso ético y cívico
frente a la violencia
· Naturaleza del conflicto en Euskadi
· La lucha democrática contra la violencia
· El valor de la paz
· Buscando una salida democrática
· El Pueblo Vasco tiene derecho a la paz
· La convivencia política es el reto.
3. El comienzo del final de la violencia
· La llave del proceso
· La renuncia a tutelar el proceso político
· Una valoración compartida sobre el cese
de la violencia
· Política penitenciaria y reinserción
al servicio de la paz
· Compromisos para la construcción de
un proceso de paz.
II. Una oportunidad para la normalización
política.
1. Para posibilitar un acuerdo político.
· Los marcos actuales y futuros de la convivencia
· Un acuerdo que descanse en la aceptación
de las reglas de la democracia
· Un acuerdo que respete el pluralismo de la
sociedad vasca
· Hacia un escenario de acuerdo
· El derecho a la decisión y el compromiso
con el pacto
· Un compromiso para que sea respetada la decisión
de la sociedad vasca
· Una concepción democrática de
la territorialidad
2. La mesa del diálogo y el
acuerdo para la normalización política.
· Compromisos para el acuerdo.
· Cuándo, quiénes y dónde
· Sobre las dos mesas.
3. Naturaleza y condiciones de la
consulta
· Dar la palabra a los ciudadanos
· Las condiciones de la consulta
INTRODUCCIÓN. La responsabilidad de EAJ-PNV
Presentamos este documento con una vocación
inequívoca de servicio al país y un gran
anhelo de paz. Nos anima el compromiso de desarrollar
la iniciativa política que las mujeres y los
hombres de EAJ-PNV aceptamos en esta encrucijada histórica
con la conciencia de que la sociedad vasca, que nos
ha confiado el liderazgo político en Euskadi,
nos exige a los dirigentes de EAJ-PNV un especial ejercicio
de responsabilidad y flexibilidad, convicciones claras,
talento negociador, diplomacia y humildad. Y nos exige,
especialmente, tomar la iniciativa, presentando los
proyectos propios y ayudando a conciliarlos con los
restantes para lograr un acuerdo aceptable para todos,
con la implicación y el compromiso de los agentes
sociales. Somos conscientes de la importancia de la
tarea y de la responsabilidad que asumimos así
como de los riesgos que entraña. Pero nos traicionaríamos
a nosotros mismos y, lo que es mas grave, a esa gran
parte de la sociedad vasca que ha depositado su confianza
en nosotros, si nos inhibiéramos para evitar
el vértigo de la propia responsabilidad. Asumimos
el reto con la mirada puesta en un futuro de paz y de
normalización política para nuestro pueblo.
Euskadi ansía la paz y aspira
a conseguir, además, la normalización
política. Llevamos demasiado tiempo inmersos
en un profundo contencioso. Un contencioso político
que ha ido alimentando en nuestra sociedad una profunda
insatisfacción colectiva a la que hemos de dar
una salida digna, con la participación de todos.
EAJ-PNV, que nace como expresión política
de ese conflicto, tiene memoria histórica para
abordarlo. Nuestro partido surge hace 110 años
con el objetivo de la pervivencia de Euskadi como nación
diferenciada y la recuperación de su soberanía,
después de que se nos privara de nuestro régimen
foral en el siglo XIX. Desde entonces, generaciones
de vascos y vascas han sufrido las consecuencias de
este conflicto político. Personas que han padecido
la guerra, la cárcel, el exilio o la persecución
política y la penuria económica, tan solo
por defender la democracia, la libertad y la causa nacional
de Euskadi.
Desgraciadamente, la causa vasca también
ha sido utilizada cruelmente contra la propia sociedad
vasca: apelando a su libertad se ha matado, extorsionado
y violentado dentro de nuestro País y fuera del
mismo, tiñendo de sangre y oprobio la causa nacional
vasca.
Tanto aquellas personas que por defender
la democracia y la libertad de Euskadi sufrieron la
represión, como quienes han sido víctimas
de la violencia y el terrorismo, nos interpelan y nos
piden una solución para la Euskadi de hoy, para
la Nación Vasca del siglo XXI. Y ponemos el énfasis
en una solución y no en la solución pues,
seguramente, ni existe la solución para siempre,
ni siquiera ésta es única.
Constituimos una sociedad moderna, en
transformación, inmersa en espacios más
amplios. Ése es el marco en el que debemos buscar
un acuerdo que siente las bases para la paz y la convivencia,
y que posibilite que la sociedad vasca de hoy decida
su estatus político y social. Un acuerdo abierto,
moderno, que incluya las fórmulas de respeto
a la voluntad de la sociedad vasca expresada por los
mecanismos usuales en las democracias avanzadas y que,
al mismo tiempo, comprenda las realidades supranacionales
que nos circundan y con las que debemos interrelacionarnos
para construir, solidariamente, un futuro mejor.
I. La sociedad vasca busca caminos de paz
1. Una nueva oportunidad.
Factores propiciadores de paz.
Entre los elementos que han contribuido a dibujar y
a vislumbrar un final definitivo para la violencia en
Euskadi, señalamos los siguientes:
- determinados cambios en la sociedad
vasca, cambios en su mentalidad, sensibilidad y concienciación,
sin olvidar las diversas expresiones pacifistas, la
movilización a favor de las víctimas y
la aportación de los diferentes foros de diálogo;
-procesos sociales que tienen que ver con el cambio
generacional, la consolidación del Estado de
bienestar o los nuevos valores de la juventud, que hacen
de la violencia una extravagancia dramática;
- la irreversibilidad del rechazo de la violencia por
parte de la mayoría de la sociedad vasca, incluidos
amplios sectores del propio entorno social de ETA, muchos
de los cuales cuestionan al menos su utilidad pragmática;
- la declaración del Kursaal como catalizador
del clamor de nuestro pueblo a favor de la paz y de
su apuesta mayoritaria por la construcción nacional
y social de Euskadi, y cuyos principios constituyeron
las bases de la Propuesta de Nuevo Estatuto aprobada
por mayoría absoluta en el Parlamento Vasco el
30 de diciembre de 2004.
- la gestión del autogobierno llevada a cabo
por el Gobierno Vasco, por lo que supone de asentamiento
institucional de la identidad nacional vasca, así
como la tarea desarrollada desde las instituciones para
deslegitimar éticamente el ejercicio de la violencia;
- el cambio de gobierno en Madrid, que supone el final
de una etapa de enfrentamiento y la perspectiva de una
política basada en el diálogo y en el
respeto a la pluralidad;
- algunos elementos de la Declaración de Anoeta,
suscrita por toda la izquierda abertzale y en la que
se excluye a ETA de la interlocución para lograr
una acuerdo para la convivencia política;
- la declaración de Downing Street, los acuerdos
de Stormont y el proceso de paz en Irlanda, que han
puesto en vías de resolución un conflicto
de características similares al nuestro;
- el efecto sobre ETA del llamado terrorismo internacional,
a partir del 11-S. Este atentado provocó, por
un lado, una especial sensibilidad y rechazo ciudadano,
al tiempo que se fortalecía el espacio judicial
y policial compartido en Europa y en todo el mundo;
- el largo periodo sin atentados mortales;
- la coyuntura política tras las últimas
elecciones al Parlamento Vasco, en la cual hemos de
tomar en consideración que:
- Nadie quiere ni debe ser excluido de las grandes decisiones
que afectan a la sociedad.
- Se requieren soluciones integradoras, articuladas
desde la centralidad y el entendimiento.
El valor de la sociedad. Especialmente
importante para la creación de este clima político
ha sido la madurez de nuestra sociedad. Como señala
el Acuerdo de Coalición entre EAJ-PNV/EA y EB-Berdeak,
"la inmensa mayoría de la sociedad vasca
rechaza la violencia y el terrorismo como instrumentos
de acción política, asume el compromiso
de solidaridad con las víctimas y apuesta por
el diálogo y el respeto como método para
la solución de los conflictos".
Buena parte de este clima se debe a
factores que van más allá de la coyuntura
o de las actuaciones de una legislatura, e incluso de
la tarea de un gobierno o un partido aisladamente. La
violencia es un problema que sólo puede ser adecuadamente
resuelto entre todos, aunque con diferentes implicaciones
y grados de responsabilidad. Quien no lo tenga así
de claro difícilmente podrá comprender
por dónde está la solución.
Por una paz justa. Entre todos
hemos abierto el horizonte de una paz justa, "en
un marco de dignidad y libertad", como decía
el EBB en el comunicado dado a conocer con ocasión
del primer aniversario de la ruptura del denominado
alto el fuego de ETA[1]. Una paz justa que será
una victoria ciudadana, es decir, una ocasión
para reparar, reconciliar y cohesionar a una sociedad
cuyas convicciones democráticas (no-violencia
y diálogo sin exclusiones) son el principal instrumento
de pacificación. La sociedad vasca ha lanzado
un mensaje muy claro: la paz debe construirse entre
todos, sin dogmatismos ni bloqueos estériles.
Se abre una oportunidad que debe ser aprovechada con
inteligencia, modestia y desde la cooperación
de todos.
Una responsabilidad de todos.
Tenemos por delante un camino que hemos de recorrer
con ilusión, aunque sin ingenuidad o excesivo
voluntarismo, porque hemos aprendido de los aciertos
y de los errores propios y ajenos. Nadie tiene la fórmula
mágica ni debe excluir a otros. En un proceso
de paz ETA y el Estado no son los únicos agentes,
ya que la construcción de la paz es una tarea
social que implica a muchos agentes políticos
y sociales imprescindibles para llevar a buen término
el proceso de paz y de reconciliación.
Asumimos legítima y responsablemente
como EAJ-PNV el papel que nos corresponde, de acuerdo
con la confianza que miles de ciudadanos vascos han
depositado en nosotros y aspiramos a ser un referente
fundamental en la construcción de una paz justa
y duradera para nuestro pueblo.
Una victoria de todos. Durante
estos años, hemos trabajado con honestidad y
con sinceridad para que el problema de la violencia
quedara fuera del tráfico partidista. Ahora debemos
conseguir que el éxito de un proceso de paz sea
una victoria de todos.
Un programa de reconciliación.
El daño causado por la violencia es de tal envergadura
que la normalización de la vida social no será
completa incluso desaparecida ésta, porque quedan
heridas en las personas y en el tejido social. Desde
esta perspectiva se entiende la absoluta necesidad del
Plan integral a favor de la Paz y la Reconciliación,
comprometido por el tripartito vasco porque "es
preciso militar en la cultura de la paz, lo que significa,
además de rechazar la violencia, vivir e interiorizar
referencias éticas como el respeto a los derechos
humanos, individuales y colectivos, la igualdad, la
solidaridad, la justicia social, el respeto a la diversidad
y la defensa activa de las libertades civiles y políticas"[2].
EAJ-PNV asume la responsabilidad que pueda corresponderle
a la hora de conseguir este objetivo. Para ello, "tendremos
que regenerar la confianza perdida que haga posible
emerger en nuestra sociedad el espíritu de autocrítica,
la humildad para pedir perdón y la generosidad
para perdonar"[3]. Ésta es una tarea que
no puede ser realizada únicamente por las instituciones
sino que requiere del compromiso activo de los partidos
políticos y de los agentes sociales.
El reconocimiento y la reparación
a las víctimas. Las víctimas del terrorismo
y la violencia ocupan un lugar central en el Plan de
Paz y de Reconciliación a impulsar entre todos
porque, más allá de la solidaridad personal,
es imprescindible hacer constar el reconocimiento social
del sufrimiento injustamente padecido; sin él,
no será posible que la deseable reconciliación
se abra paso entre nosotros. EAJ-PNV apoya, en este
sentido, las resoluciones impulsadas por la Comisión
de Derechos Humanos y aprobadas por el Pleno del Parlamento
Vasco en junio de 2004.
La hora de la política.
En el Acuerdo de Coalición del actual Gobierno
Vasco se declara que "Iniciamos una nueva etapa.
Tenemos una nueva oportunidad. Ya nadie puede mirar
para otro lado. La sociedad vasca no se lo perdonaría.
Ha llegado el tiempo de la Política con mayúsculas.
Y para que se escuche a la Política tienen que
callar las armas. No estamos hablando de establecer
condiciones previas al diálogo, simplemente planteamos
dos premisas compartidas por la mayoría de las
fuerzas políticas. La primera es que para solucionar
el terrorismo es preciso abordar la raíz de los
conflictos. Y la segunda es que la Paz no tiene precios
políticos, pero la Política puede hacer
mucho por la Paz". Reivindicamos esta apuesta frente
a la imposición, el fanatismo, el inmovilismo
o la falta de imaginación, conscientes de que
la política sólo es instrumento de pacificación
cuando se practica sin dogmatismos ni esquemas cerrados,
con esa disposición al compromiso y al acuerdo
integrador que está en nuestra mejor tradición.
2. Valores ya asumidos
Nuestro compromiso ético,
político y cívico frente a la violencia.
Las expectativas de pacificación que ahora se
abren son posibles porque, de hecho, la sociedad vasca
y las instituciones democráticas han demostrado
su fortaleza y superioridad frente a la violencia. Es
la victoria de los principios éticos, aun cuando
queda, sin duda, un trabajo delicado por hacer.
Resulta ineludible, en estos momentos
que preceden a lo que puede ser el final definitivo
de la violencia, dejar constancia del profundo error
político y del daño moral que el terrorismo
ha causado a tantas personas y a la causa nacional vasca,
de su falta de legitimidad, su torpeza política
y su absoluta inmoralidad. La pacificación será
definitiva cuando, junto con las armas, cese también
el esquema impositivo que trata de justificarlas, el
de que todo vale para conseguir determinados objetivos
políticos. El planteamiento "no a la violencia"/"sí
al diálogo", es decir, la apuesta por la
paz y por las vías democráticas no exige
a nadie la renuncia a sus propias aspiraciones políticas.
Naturaleza del conflicto en Euskadi.
En Euskadi existe un viejo conflicto político
sin resolver -anterior por cierto a la violencia de
ETA- a interpretar en clave de no-aceptación
de un sujeto político con derecho a decidir,
cuya resolución requiere un juego complejo de
acuerdos políticos y respeto democrático
a la voluntad de la ciudadanía vasca. Este conflicto
no puede ser interpretado según las claves de
ETA, dando a entender que el proceso estatutario ha
sido ilegítimo, que el recurso a la violencia
tiene una explicación que lo justifica, aunque
la historia de la transición, el propio texto
constitucional o el desarrollo autonómico dejen
para nosotros mucho que desear. ETA no respetó
ni el consenso mayoritario de la sociedad vasca en torno
al Estatuto, ni respetó la palabra del Pueblo
Vasco que dice defender. El conflicto de identidades
y el de la violencia son dos cosas distintas; el terrorismo
no es consecuencia natural de un conflicto político.
Y es inaceptable que su persistencia sea utilizada para
ignorar o negar la existencia de un conflicto de naturaleza
política o "profundo contencioso vasco"[4]
que es necesario abordar con detenimiento. Por eso mismo,
nuestro compromiso ético, político y cívico
no anula nuestra determinación por tratar de
dar una salida dialogada al conflicto político
que arrastramos.
La lucha democrática contra
la violencia. En esta encrucijada llena de oportunidades
de paz y de reconciliación, aunque no exenta
de amenazas, nuestras convicciones democráticas
y un sentido humanista de la política y de la
justicia nos obligan a recordar que no todo vale tampoco
en la lucha contra el terrorismo. Denunciamos, en este
sentido, los graves excesos cometidos por las instituciones
del Estado. En la lucha contra ETA se han cometido violaciones
de derechos intentando acabar con ella desde los propios
poderes del Estado, empañando gravemente el sistema
democrático. La necesaria reconciliación
social tampoco sería posible sin la denuncia
de los graves atentados cometidos por el Batallón
Vasco-español, el GAL, los "errores"
judiciales, y sin el reconocimiento y reparación
a sus víctimas.
En los últimos años se
ha llegado a tocar las fibras más sensibles del
sistema democrático, precisamente aquellas que
dan cuenta de su calidad: se han ilegalizado partidos,
se han cerrado periódicos, se ha encarcelado
preventivamente a gente pacífica e inocente,
se ha laminado la separación de poderes y se
ha utilizado la excusa de ETA para ir contra el nacionalismo
vasco democrático y las instituciones vascas
de manera implacable, injuriosa y antidemocrática.
Las actuaciones contra-democráticas
de la "era Aznar" con la anuencia del PSOE
y, sobre todo, sus consecuencias, algunas de las cuales
todavía continúan en vigor, deben ser
definitivamente superadas en aras a recuperar la normalización
de las relaciones sociales y políticas en Euskadi.
El valor de la paz. En el momento
actual, todas las formaciones políticas asumen
que una paz justa ha de basarse en el principio de que,
en democracia, las decisiones están únicamente
en manos de la ciudadanía. Lo contrario sería
éticamente reprobable, socialmente inaceptable
y políticamente contradictorio. Un proceso de
paz debería ser "entendible, asumible y
plausible para la opinión pública democrática"[5].
Cuando hemos defendido un final dialogado de la violencia
lo hemos hecho desde la experiencia histórica
de que este tipo de conflictos termina en una fase de
diálogo y acuerdo, algo bien distinto que conceder
a una organización armada un derecho de decisión
que sólo compete a los vascos y a las vascas.
El Pacto de Ajuria Enea constataba ya
en 1988 que la persistencia del terrorismo no podía
servir ni como disculpa para frenar el desarrollo del
Estatuto ni como argumento para acceder a mayores cotas
de autogobierno que las democráticamente aprobadas.
La necesidad de separar el final de la violencia y el
del conflicto político tiene su origen en considerar
que el conflicto no es la causa que explica la persistencia
de la violencia, sino la consecuencia de que el actual
marco jurídico-político no satisface a
una parte muy importante de la ciudadanía vasca.
Por esto último, es necesario abrir un diálogo
entre los representantes de la voluntad popular con
la vista puesta en el objetivo de alcanzar un acuerdo
político de amplia base social. "Por eso,
cualquier Acuerdo de Normalización debe contemplar
el principio democrático de que la sociedad vasca
tiene derecho a ser consultada sobre su propio futuro,
en un escenario de ausencia de violencia y sin imposiciones,
así como el respeto a la pluralidad y el compromiso
con el pacto, desde el reconocimiento mutuo. A este
respecto, entendemos que un Acuerdo de Normalización
tiene que encontrar su cauce de expresión en
un modelo concreto de autogobierno político y
de construcción social de Euskadi, y de un marco
jurídico de relación con el Estado"[6].
Buscando una salida digna y democrática.
Un final dialogado significa salida democrática,
apelación a todas las posibilidades que permita
el ordenamiento jurídico, de manera que perciban
sus virtualidades abiertas, de no cerrar caminos. La
propuesta de constituir dos mesas de diálogo
tiene el valor de poner en marcha un proceso, cuya iniciativa
y decisión están en manos de los representantes
políticos legítimos y, finalmente, de
la sociedad vasca. Nuestras decisiones futuras, los
acuerdos políticos a los que los representantes
políticos pudiéramos llegar, no estarán
condicionadas por una ETA que no ha sido capaz de aceptar
ni la voluntad mayoritaria de los vascos ni la legitimidad
democrática de las instituciones que nos hemos
dado. Desde esas consideraciones, tenemos la certeza
de que la ciudadanía vasca está dispuesta
a trabajar e impulsar con generosidad las vías
para hacer posible la paz y la reconciliación.
El pueblo vasco tiene derecho a la
paz. La paz supone la consolidación de escenarios
de justicia y respeto a los derechos humanos. La paz
comienza con la ausencia de violencia, la cual depende
de quienes la practican en sus diferentes formas. La
paz es, asimismo, reparación social del injusto
sufrimiento que la violencia y el terrorismo han causado
a tantos y tantos conciudadanos. La paz supone también
acabar con el sufrimiento que afecta a muchas personas
del propio mundo de ETA. La paz, para que sea justa
y duradera, debe conllevar necesariamente la reconciliación,
que requiere grandes dosis de generosidad por parte
de quienes más han sufrido y del conjunto de
la sociedad.
Ningún proyecto político
puede ser esgrimido como condición para la paz,
sencillamente porque, por encima de cualquier proyecto
político concreto, se sitúan las decisiones
y la voluntad de los vascos, decisión y voluntad
que están en el origen de los marcos institucionales
actuales, que deben ser respetados, al igual que en
el futuro habrán de serlo las diferentes fórmulas
de territorialidad o los proyectos de convivencia política,
desde el respeto a la voluntad de la sociedad vasca.
La convivencia política es
el reto. De acuerdo con los principios humanistas
y democráticos que han presidido siempre la actuación
de EAJ-PNV, consideramos que la convivencia y la cohesión
de la sociedad vasca constituyen un reto importante
de nuestra acción política. Y ello, no
sólo por nuestro compromiso con la construcción
social de Euskadi, sino por la dimensión nacional
que comporta, en sí misma, en un proceso de construcción
identitaria de la Nación Vasca como comunidad,
como sujeto político colectivo.
No es posible construir una nación
cohesionada e integrada ni sobre el enfrentamiento entre
identidades ni sobre la imposición de un proyecto
ajeno a la voluntad de la sociedad vasca, expresada
mediante una consulta libre y democrática en
un escenario de ausencia de violencia. En este sentido,
los conflictos de derechos, de valores y de intereses
entre unas y otras identidades en juego son permanentes
e inevitables, y de lo que se trata es de establecer
compromisos y acomodos viables entre las partes. El
valor del pluralismo de la sociedad vasca es, en este
contexto, no un mal menor, sino un elemento consustancial,
enriquecedor y positivo de nuestra sociedad.
3. El comienzo del final de la violencia.
La llave del proceso. Desde la
consideración de la radical incompatibilidad
entre política y violencia, EAJ-PNV plantea,
como exigencia democrática, que el diálogo
resolutivo para el final del proceso no sea consecuencia
de la violencia, sino de su cese.
La resolución aprobada en el
Congreso de los Diputados por todos los grupos parlamentarios,
salvo el PP, en mayo de 2005, recogiendo literalmente
el punto 10 del Acuerdo de Ajuria Enea declaraba que
"si se producen las condiciones adecuadas para
un final dialogado de la violencia, fundamentadas en
una clara voluntad para poner fin a la misma y en actitudes
inequívocas que puedan conducir a esa convicción,
apoyamos procesos de diálogo entre los poderes
competentes del Estado y quienes decidan abandonar la
violencia, respetando en todo momento el principio democrático
irrenunciable de que las cuestiones políticas
deben resolverse únicamente a través de
los representantes legítimos de la voluntad popular...".
Recientemente, en su Discurso de Investidura,
el Lehendakari afirmaba que "a ETA le corresponde
dar el paso decisivo y manifestar, de forma clara e
inequívoca, su voluntad de poner fin a la violencia.
A los partidos vascos nos corresponde asumir nuestra
responsabilidad y comprometernos ante la sociedad vasca
a alcanzar un "Acuerdo de Normalización
Política" sobre las cuestiones que constituyen
la raíz del conflicto político".
La renuncia a tutelar el proceso
político. El respeto a lo que las vascas
y vascos, representados por sus fuerzas políticas
y directamente a través de una consulta, decidan
es incompatible con la vigilancia o el condicionamiento
que pretenda ejercer una organización armada.
Los partidos políticos y las instituciones representativas
son los únicos encargados de garantizar el carácter
democrático del proceso, con la consiguiente
negociación resolutiva sin imposiciones, desde
el respeto a la pluralidad, situando todos los proyectos
en igualdad de condiciones de consecución y depositando
en la ciudadanía la última palabra.[7]
Una valoración compartida
sobre el cese de la violencia. El nuevo tiempo político
nos exige compartir criterios y valoraciones sobre la
validez del abandono de la violencia. Entendemos necesaria
una definición pactada entre los partidos políticos
acerca del abandono de la violencia y una verificación
compartida de su autenticidad.
Política penitenciaria y reinserción
al servicio de la paz. En democracia, las personas
presas son acreedoras de derechos básicos que
los poderes públicos tienen el deber de respetar
y proteger en toda circunstancia. Si algo caracteriza
al Estado de Derecho en el ámbito de su política
penitenciaria, es que siempre está orientada
a la reinserción social. Y, en ese sentido, una
aplicación flexible del código penal,
el cumplimiento de las penas en cárceles próximas
a los domicilios de las personas privadas de libertad,
la consideración de sus familiares y allegados
como potenciales agentes de paz y de reconciliación
y, en ningún caso, como personascolateralmente
culpables, son, hoy mas que nunca, elementos imprescindibles
al servicio de la pacificación. Ello no requiere
de ninguna condición previa. Es, por lo tanto,
el momento de dar, definitivamente, una nueva orientación,
consensuada, dinámica y flexible a la política
penitenciaria y reiteramos el compromiso de EAJ-PNV
con este reto. En cualquier caso, se trata de algo que
a nuestro juicio ya debería haberse hecho en
el pasado, de acuerdo con las resoluciones aprobadas
por el Parlamento Vasco en 1997 y por el Congreso de
los Diputados en 1998.
Compromisos para la construcción
de un proceso de paz. Constituye un objetivo prioritario
para EAJ-PNV el poner fin a la violencia y garantizar
en Euskal Herria la no-vulneración de los derechos
recogidos en la Declaración Universal de los
Derechos Humanos.
Para el logro de dicho objetivo resulta
imprescindible:
- Apoyar la utilización de todos
los medios democráticos para garantizar la seguridad,
la libertad y la vida de las personas y para prestar
apoyo y solidaridad a las personas amenazadas y a las
víctimas.
- Promover la movilización social contra la violencia
y en defensa de la vida, de todos los derechos fundamentales
de todas las personas y defender una cultura de los
derechos humanos sin excepciones, basada en la dignidad
inalienable de las personas, que proteja y preste especial
atención a los derechos humanos de las personas
privadas de libertad.
-Desarrollar políticas de distensión,
comunicación y conciliación política
y social que permitan superar toda forma de amenaza,
incomunicación, exclusión o sectarismo.
Y desde la perspectiva de la defensa de los derechos
y libertades fundamentales:
- Contribuir a recomponer las libertades democráticas,
los derechos fundamentales y las garantías básicas
de un Estado de Derecho.
· Apoyar la utilización de todos los medios
políticos, jurídicos e institucionales
para defender los principios democráticos y reestablecer
las bases del sistema democrático.
- Promover la movilización social para denunciar
los recortes de libertades y articular mecanismos de
denuncia internacional de la situación de involución
democrática.
- Impulsar medidas legislativas destinadas a reforzar
las libertades democráticas, los derechos fundamentales
y las garantías básicas de un Estado de
Derecho.
- Adoptar iniciativas políticas para evitar la
exclusión de una parte de nuestra sociedad y
contribuir a impulsar procesos que permitan la participación
de todos los sectores sociales en igualdad de condiciones
democráticas.
Además debemos recorrer el camino
de la reconciliación. Tal como dijo el Lehendakari
en su discurso de investidura de 22 de junio de 2005:
"Tendremos que regenerar la confianza perdida que
haga posible emerger en nuestra sociedad el espíritu
de autocrítica, la humildad para pedir perdón
y la generosidad para perdonar. Tenemos la obligación
moral de contribuir entre todos a superar el sufrimiento
y a recorrer juntos el camino de la reconciliación,
porque ésta será la base más sólida
de nuestra convivencia como sociedad".
II. Una oportunidad para la normalización política.
1. Para posibilitar un acuerdo político.
Los marcos actuales y futuros de
la convivencia. Abogamos por el respeto a la voluntad
popular y por el derecho de la sociedad vasca a decidir
libre y democráticamente su futuro político.
Asumimos el compromiso de alcanzar un
acuerdo sobre el reconocimiento de este derecho y los
procedimientos que garanticen el respeto a la decisión
o decisiones de la ciudadanía vasca.
En un contexto de lealtad y sin dogmatismos,
EAJ-PNV se compromete a alcanzar un pacto para el ejercicio
de la libre decisión y del respeto a la voluntad
de los vascos, que pueda ser compartida por las diferentes
sensibilidades políticas de este país.
Un acuerdo que descanse en la aceptación
de las reglas de la democracia. Proclamar el respeto
a los marcos institucionales actuales, así como
a la posibilidad real de su modificación, supone
aceptar la legitimidad de todas las ideas y proyectos
políticos que, siendo respetuosos con los derechos
humanos, sean defendidos por vías democráticas.
Este principio afecta tanto a los diferentes planteamientos
sobre la configuración del Estado como a las
formas de organización político-institucional
de los vascos, porque en democracia todo debe poder
llegar a ser posible. Es decir, cualquier proyecto respetuoso
con la libertad y los derechos humanos no sólo
debe poder ser defendido, sino que debe ser posible
materializarlo siempre que cuente con el apoyo social
necesario y utilice procedimientos democráticos.
Un acuerdo que respete el pluralismo
de la sociedad vasca. EAJ-PNV respeta el pluralismo
de la sociedad vasca. Queremos que el derecho de los
vascos a decidir su futuro se conciba como un espacio
de encuentro, plantearlo de manera que todos lo sientan
y reconozcan como un derecho compartido. Respetar la
voluntad de los vascos incluye el respeto a los diferentes
sentimientos identitarios, tratando de integrarlas en
un esquema de pacto y compromiso. Es el reto para los
que pretendemos resolver el conflicto histórico-político
vasco sin merma para la integración y la cohesión
social de nuestro pueblo.
La consolidación de este discurso
favorable al reconocimiento positivo de los derechos
colectivos del Pueblo Vasco debe ir acompañada
necesariamente de un compromiso activo por parte del
Estado en favor de su plurinacionalidad[8]. Sólo
así será posible superar la convicción
instalada en determinados ámbitos sociales según
la cual las aspiraciones nacionales vascas encierran
alguna ilegitimidad democrática, convicción
que se manifiesta con mayor fuerza en coyunturas como
la actual que ya ha sido calificada como de segunda
transición.
Hacia un escenario de acuerdo.
Nuestro objetivoes alcanzar un acuerdo de normalización
política que defina un modelo de convivencia,
así como un marco de relaciones con el Estado
en las que haya una bilateralidad efectiva, garantías
y condiciones de lealtad.
El pacto y la no-imposición es
el procedimiento por el que se constituyen las reglas
de juego de las sociedades avanzadas. Merece la pena
considerar, en este sentido, que los acuerdos de Irlanda
aceptaron el principio de diferenciar el juego político
de las mayorías frente al acuerdo amplio que
se requiere a la hora de definir una comunidad y se
formularon unas previsiones acerca de lo que habría
de entenderse como el "consenso suficiente".
Lo que en nuestro caso habrá de ser acordado
y no fijado unilateralmente por el Estado.
El derecho a la decisión y
el compromiso con el pacto. Hemos vinculado la capacidad
de decidir al compromiso de pactar, al igual que lo
hiciera el principio jurídico formulado por el
Tribunal Supremo de Canadá y que recogió
también la Propuesta de Nuevo Estatuto aprobada
por el Parlamento Vasco. Estamos a favor de plantear
un ejercicio de la soberanía que piense en espacios
de encuentro donde las cuestiones han de resolverse
de manera dialogada y pactada. La multilateralidad que
las posiciones más progresistas exigen para la
nueva configuración del mundo es exigible también
como principio organizador de nuestras sociedades. El
pacto entre vascos y con el Estado es un procedimiento
que conecta, por cierto, con nuestra mejor tradición
foral y sobre la que hemos construido nuestras dos experiencias
estatutarias, la de 1936 y la del Estatuto de Gernika.
Un compromiso para que sea respetada
la decisión de la sociedad vasca. Proponemos
la asunción de este doble compromiso:
- no imponer un acuerdo de menor aceptación
que los actualmente vigentes, y
- no impedir un acuerdo de mayor aceptación que
los actualmente vigentes.
No imponer garantiza la aceptación,
en clave de aportación social e integración
política, de la voluntad de la sociedad vasca;
no impedir evita el veto de las Cortes españolas.
Se trata, pues, de aceptar, por principio, la fórmula
más democrática y más integradora.
Una concepción democrática
de la territorialidad como base para constituir un sujeto
político. Los nacionalistas de EAJ-PNV trabajamos
por la unión política de todos los vascos
y nuestras convicciones democráticas nunca nos
permitirían aceptar una modificación de
las decisiones políticas que tuviera su origen
en el chantaje o la imposición. Son los ciudadanos
y las ciudadanas de cada uno de los diferentes territorios
vascos y sus legítimos representantes los únicos
que deben poder decidir sobre la posibilidad de formar
una única comunidad político-institucional
o sobre la articulación de cualquier otro mecanismo
de relación, de modo que, en todo caso, ha de
garantizarse el respeto y ejercicio efectivo de dichas
decisiones, tal y como se establece en la Propuesta
de Nuevo Estatuto.
EAJ-PNV aspira democráticamente
a una articulación política entre los
ámbitos jurídico-políticos de Euskal
Herria y vamos a trabajar por ello desde la política
y sin la menor imposición.
Hablar de vínculos culturales,
lingüísticos o políticos comunes,
no significa definir el País de una manera determinista
o esencialista, ni poner al territorio por encima de
sus habitantes reales, al margen de lo que decida en
cada momento histórico la ciudadanía,
tal como reza la Proposición sobre el Derecho
de Autodeterminación del Pueblo Vasco que el
Parlamento Vasco aprobó el 15 de febrero de 1990.
Hacemos también nuestro el acuerdo
de la Mesa de Egino de "aceptar la capacidad de
decidir de esta realidad plural que componen la Comunidad
Autónoma Vasca, la Comunidad Foral de Navarra
y los territorios vascos de Aquitania, siempre y cuando
una mayoría clara de los ciudadanos/as de cada
uno de esos ámbitos expresase, de forma también
clara, su voluntad de participar en un proceso de decisión
concurrente".
La voluntad de los ciudadanos de cada
uno de los tres ámbitos jurídico-políticos
del Pueblo Vasco debe ser respetada. A partir de aquí,
es tan legítimo propugnar una estructura política
común de todos los vascos como la opción
libre por otra expresión institucional, diferenciada
o articulada entre los diferentes territorios vascos.
Queremos explicitar con toda convicción,
aunque conscientes de nuestra representación
política más limitada en Nafarroa e Iparralde,
el compromiso de EAJ-PNV de colaborar con el resto de
fuerzas políticas y con los agentes sociales
de ambos territorios con el objetivo de acordar y poner
en marcha un procedimiento y una metodología
de trabajo conjuntos y, consecuentemente, constituir
los correspondientes foros de encuentro político
y de participación social en aras a lograr un
amplio acuerdo político que respete las decisiones
de la ciudadanía de Nafarroa e Iparralde y, a
partir del respeto a esta voluntad, posibilite la creación
de órganos e instituciones comunes con el resto
de territorios vascos.
2. La mesa del diálogo y el acuerdo para la
normalización política.
Compromisos para el acuerdo.
Para ir conformando un foro o una Mesa de partidos,
necesitamos, en primer lugar, (re)construir el tejido
de confianza entre las formaciones políticas
vascas. El objetivo es que la propia configuración
y metodología hagan irreversible o, al menos,
dificulten enormemente la vuelta atrás y que
vinculen progresivamente a los participantes en un compromiso
por la solución. Una aportación especialmente
interesante es la presentada por la Mesa de Egino, que
EAJ-PNV se compromete a compartir con el resto de fuerzas
políticas. En ella se proponen siete compromisos:
- el respeto a los derechos humanos,
- el respeto al pluralismo,
- el respeto a la voluntad popular,
- la aceptación de medios exclusivamente democráticos
y pacíficos,
- el diálogo sin exclusiones,
- la ejecución negociada y pactada de las decisiones
que se adopten, y,
- el establecimiento de medidas de arbitraje y garantías
para los supuestos de desacuerdo en la interpretación
y aplicación de los acuerdos que pudieran alcanzarse.
El Lehendakari, por su parte, formuló cinco principios
en su Discurso de Investidura, que hacemos nuestros:
los dos primeros plantean el marco de condiciones, en
función de las cuales se pueden diseñar
el cómo, el cuándo y el dónde;
el tercero, el cuarto y el quinto se refieren más
bien a los requisitos que habrían de cumplirse
para estar en situación de obtener un acuerdo
político verdaderamente compartido:
1. El principio de no-violencia y el
compromiso de respetar los derechos humanos, utilizando,
única y exclusivamente, las vías políticas
y democráticas.
2. El principio de no-exclusión y el compromiso
de respetar el derecho de participación de todas
las sensibilidades políticas, sociales y territoriales,
que quieran hacerlo.
3. El principio democrático y el compromiso de
respetar la voluntad popular y el ejercicio del derecho
a decidir de la sociedad vasca.
4. El principio de igualdad y el compromiso de aceptar
que todos los proyectos políticos defendidos
democráticamente deben encontrar las vías
para la incorporación en el ordenamiento jurídico.
5. El principio de respeto a la pluralidad y el compromiso
de no imponer/no impedir el ejercicio de los diferentes
sentimientos identitarios presentes en la sociedad vasca.
Por último, el Acuerdo EAJ-PNV/EA/EB-Berdeak
de junio de 2005 se refiere a algunos de los aspectos
o contenidos que habrán de ser definidos en sus
términos, debatidos y acordados en el marco de
la Mesa de partidos. Son, entre otros, el reconocimiento
del Pueblo Vasco como sujeto de decisión; la
territorialidad; el derecho a decidir y el pacto bilateral.
EAJ-PNV quiere hacer constar su compromiso
de participar activamente para llevar a buen término
estas tareas y de realizar las correspondientes propuestas
a debatir en la Mesa de Partidos con el objetivo de
llegar a acuerdos de amplia base política y social.
EAJ-PNV aportará a este debate
los planteamientos respecto a estas materias, contenidos
en la Propuesta de Nuevo Estatuto. En él se recoge
el consenso básico alcanzado por el tripartito
(EAJ-PNV, EA y EB) en materias y conceptos tales como
la naturaleza del Pueblo Vasco como sujeto político,
el derecho de decisión y su ejercicio, la territorialidad,
el marco de relación con el Estado y el pacto
como compromiso[9].
Sobre esas bases, el Partido Nacionalista
Vasco se compromete a hacer un nuevo esfuerzo de entendimiento
y acuerdo. La nueva coyuntura política nos obliga,
en consonancia con la tradición democrática
e institucional de EAJ-PNV, a asumir de nuevo un proceso
negociador que permita dirimir el encaje jurídico
político de Euskadi en el futuro inmediato. Aceptamos,
sin que ello suponga renuncia a las aspiraciones ideológicas
y doctrinales de EAJ-PNV, el reto de alcanzar un acuerdo
amplio e integrador en torno a estas materias.
Cuándo, quiénes y dónde.
El primero de los cinco principios anteriormente citados
condiciona las fases y el comienzo de la fase resolutiva,
para lo que se requiere o bien que ETA haya cesado su
actividad o bien que Batasuna y EHAK lo hayan reclamado.
Es imprescindible que se den las condiciones para que
en la Mesa se sienten todas las formaciones políticas
y que nadie esté ausente salvo por autoexclusión,
lo que no sería deseable. El máximo de
participación hará que los debates sean
más representativos lo que nos dará mejores
oportunidades para que los acuerdos sean más
integradores y estables.
Sobre las dos mesas. Diferenciar
la gobernabilidad, la normalización política
y la pacificación, así como también
los foros correspondientes ha sido una constante en
los Acuerdos suscritos por EAJ-PNV, EA y EB-Berdeak
(2001 y 2005). Por su parte, Batasuna avanza también
en esta dirección cuando formula su escenario
de dos mesas en la Declaración de Anoeta. Y el
Partido Socialista ha aceptado estos dos ámbitos
de diálogo diferenciados.
El debate acerca de la simultaneidad o separación
en el tiempo de las dos mesas se polariza en torno a
dos opiniones extremas:
- Los eventuales acuerdos de la mesa
de partidos son una cesión a la amenaza de ETA.
- Tales acuerdos han de ser adjudicados a la cuenta
de resultados de ETA y en caso contrario, no habrá
cierre.
En todo caso, es responsabilidad de los partidos políticos
trabajar para evitar que el debate y el acuerdo en la
mesa de partidos estén condicionados por otra
cuestión que no sea el legítimo debate
entre fuerzas de diferente grado de representación
popular, de diferentes y diversos sentimientos identitarios
y con diferentes proyectos políticos. La activación
inicial de la mesa de paz puede ser un mecanismo que
permita esa necesaria diferenciación, compatible
con lo declarado en el Documento de Anoeta. Tal decisión
podría defenderse en términos de garantías
democráticas para el final del proceso de normalización.
3. Naturaleza y condiciones de la
consulta
Dar la palabra a los ciudadanos.
La consulta a la ciudadanía es una exigencia
política y democrática siempre que se
propone una modificación sustancial del marco
de convivencia. Así es considerada en las propuestas
políticas de la gran mayoría de los partidos.
EAJ-PNV hace suyo el compromiso contraído conjuntamente
con EA y EB-Berdeak y el propio Lehendakari en su Discurso
de Investidura de junio de 2005, y se compromete a trabajar
activamente por el acuerdo en la Mesa de partidos y
hacer realidad la consulta. La consulta es, por lo tanto,
el resultado de un proceso en el que no vamos a ahorrarnos
ningún esfuerzo. No es, de ningún modo,
un arma arrojadiza, ni una excusa de los partidos para
delegar en la sociedad la obligación que tienen
de trabajar y lograr un acuerdo. Tampoco podemos admitir
ningún derecho a veto que pudiera impedir a la
ciudadanía expresarse democráticamente.
Las condiciones de la consulta. Una
consulta democrática debe cumplir una serie de
condiciones entre las cuales las más importantes
son la ausencia de violencia y de exclusiones. En su
Investidura el Lehendakari lo declaró expresamente:
"si alcanzamos un Acuerdo para la Normalización
Política y la Convivencia, solicitaré
autorización al Parlamento Vasco para que, en
un escenario de ausencia de violencia y sin exclusiones,
se realice una consulta popular a la sociedad vasca
que ratifique el Acuerdo Político alcanzado".
Y añadía: "esta autorización
del Parlamento deberá incorporar, de forma pactada,
los diferentes aspectos relacionados con la propia consulta,
tales como la ratificación de las condiciones
de ausencia de violencia y no-exclusión, los
principios democráticos establecidos para la
aceptación de los resultados y el procedimiento
habilitador para la negociación e incorporación
de los mismos en el ordenamiento jurídico".
Pactar también las condiciones para llevarla
a cabo es el procedimiento para asegurar su carácter
integrador, un buen resultado y su viabilidad en la
posterior negociación.
Nuestro objetivo ante la consulta consistirá
en conseguir una mayor adhesión que la obtenida
por el Estatuto de Gernika, toda vez que en Nafarroa
el Amejoramiento del Fuero ni siquiera fue sometido
a refrendo[10]. Esta será la piedra angular,
la referencia básica para validar democráticamente
el nuevo punto de encuentro para la convivencia política.
Euzkadi Buru Batzarra
2005eko urriaren 10an
NOTAS:
[1] "Pronunciamiento del EBB de EAJ-PNV con ocasión
del aniversario de la ruptura del alto el fuego de ETA"
(28 de diciembre de 2000).
[2] Discurso del Lehendakari en el Debate
de Investidura del Parlamento Vasco de 22 de junio de
2005.
[3] Ídem.
[4] Expresión utilizada en el
Pacto de Ajuria Enea.
[5] "Para un acuerdo entre los
partidos de la Mesa sobre el final dialogado. Documento
de Trabajo" (17 de marzo de 1998).
[6] Acuerdo de Coalición EAJ-PNV/EA/EB-Berdeak
(27 de junio de 2005).
[7] Declaración de Lizarra. Claves
de resolución (12 de septiembre de 1998).
[8] Ver texto de la Declaración
de Barcelona de julio de 1998.
[9] Ver, por ejemplo, el Preámbulo
y los artículos 1, 2, 6, 7, 10 y 13 de la Propuesta
de reforma del Estatuto Político de la Comunidad
de Euskadi, aprobada por la mayoría absoluta
del Parlamento Vasco en el Pleno celebrado el 30 de
diciembre de 2004.
[10] Los territorios vascos de Iparralde
no disponen siquiera de instituciones propias y es una
exigencia ampliamente compartida por la ciudadanía
la constitución de un Departamento propio.
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