Los que suscribimos, sacerdotes de
la diócesis de Bayona, Bilbao, Pamplona Tudela,
San Sebastian i Vitoria, consecuentes con las exigencias
de nuestra tarea evangelizadora y sintiendonos corresponsables
e implicados con nuestros Obispos en sus afirmaciones
y esfuerzos por la construcción de la paz en
Euskal Herria desde la justicia y el respeto a todos
los derechos humanos, a la profundización en
la democracia ya la reconciliación social.
Constatamos que es un deseo generalizado
la construcción de una auténtica paz basada
en la justicia cuya consecución no puede supeditarse
a intereses partidistas y debe superar la situación
de enfrentamientos de todo tipo que deteriora hoy gravemente
la convivencia en nuestro pueblo.
Creemos que las expectativas suscitadas
por los procesos de paz en otras naciones y los esfuerzos
de convergencia de diversas fuerzas sindicales, políticas,
movimientos sociales y culturales del ámbito
vasco y estatal deben ser tenidos en cuenta para llegar
a acuerdos con proyección de futuro.
Observamos que el convencimiento, ampliamente
extendido en la ciudadanía, de que es posible
alcanzar un razonable acuerdo de paz está relacionado
necesariamente con los medios democráticos de
contactos, diálogo y negociaciones.
En consecuencia, para facilitar un proceso
de paz en Euskal Herria:
Proponemos que las partes enfrentadas
en el conflicto muestren públicamente su voluntad
firme y eficaz de dialogar, sin condiciones previas,
para alcanzar un acuerdo honorable de paz.
Por lo tanto les pedimos que se esfuercen
por desactivar progresivamente el conflicto mediante
decisiones y gestos concretos de distensión.
En este sentido, una tregua de ETA y de IK en sus estrategias
armadas por una parte, y por otra, la respuesta positiva
de los Gobiernos centrales a las reivindicaciones de
las presas y presos políticos vascos y, en general,
al desarrollo de la democracia son pasos importantes
para abrir caminos a un proceso de paz.
Aunque sólo la superación
definitiva del conflicto conlleva una plena humanización
en las mutuas relaciones, insistimos desde ahora en
la indispensable solidaridad y respeto íntegro
a los derechos de todas las víctimas de esta
confrontación y de sus familiares. Pedimos que
los partidos políticos, sindicatos, movimientos
y grupos sociales de todo tipo promuevan con más
decisiÓn y convencimiento, sin condiciones previas
ni exclusiones, iniciativas convergentes para el diálogo
y debate de cualquier propuesta de paz.
Solicitamos de la Santa Sede y de sus
organismos pontificios correspondientes, en especial
de «Justicia y Paz», y, particularmente,
de nuestras respectivas Iglesias diocesanas, que realicen
las gestiones pertinentes a favor de un proceso de paz
para nuestro Pueblo.
La construcción de la paz nos
urge. Tenemos que realizar caminos de encuentro, practicar
la escucha y colaborar en el logro de las bases de una
negociación que posibilite una convivencia basada
en la justicia y en la paz. Para ello el diálogo
es el instrumento privilegiado y humano. Juan Pablo
II ha llamado a utilizarlo y ha elogiado a los que lo
emplean como método de superar los conflictos
y realizar la paz.
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