Entre
guiños complices |
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Estudio
sobre lo femenino y lo masculino en el Diccionario de
la Real Academia Española concluye que la realidad
de las mujeres se oculta |
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Yadira
Calvo/fempress/Tertulia |
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Cuando apareció la vigésima
primera y más reciente edición del Diccionario
de la Real Academia (DRAE), con sus doce mil acepciones
añadidas y definiciones modificadas, era de esperar
que tal actualización recogiera también
las transformaciones sociales relacionadas con las mujeres,
con su acceso a profesiones y cargos, y con los cambios
de representación simbólica generados por
tantas y tantas pensadoras. Pero en ese sentido, los académicos
parecen estar viviendo todavía en el siglo XIX,
a pesar de la finalidad, expuesta en el Preámbulo,
de "cooperar al mantenimiento de la unidad lingüística"
de quienes "hablan hoy el idioma (...) y se valen
de él como instrumento expresivo y conformador
de una misma visión del mundo y de la vida".
Hay una lengua, con una carga de más de mil años
de patriarcado que la impregna de menosprecio a las mujeres
y lo femenino. Pero esta lengua es una propiedad común
y, por lo tanto, instrumento de expresión y comunicación
que puede y debe reflejar los cambios de mentalidad. Por
eso, muchas personas conscientes de que ella es a la vez
efecto y causa de cambios sociales han venido introduciendo
en su uso modificaciones que permitan hacer visibles a
las mujeres y sus actividades. Sólo que hay también
una Real Academia de la Lengua que selecciona, juzga,
define, prescribe, normatiza, legitima y codifica androcéntricamente
qué es lo correcto y qué lo incorrecto al
hablar o escribir. De este modo, limpia lo que no le parece,
fija lo que sí le parece, y finalmente le parece
que la lengua luce todo lo esplendorosa que se debe.
En el citado Preámbulo se nos informa que se pretende
"registrar y definir adecuadamente los términos
cuyo empleo rebasa los límites de la especialidad
y se atestiguan diariamente en la prensa o en la conversación
culta". Es un hecho que el movimiento de las mujeres
ha generado vocablos y formas de lenguaje que cabrían
dentro del propósito de la Academia. Pero las doce
mil nuevas acepciones se refieren al "contingente
americano y filipino" y a neologismos "puestos
en curso por los hallazgos de la ciencia y los progresos
de la técnica". Eso es todo.
Lo que sigue es echar un vistazo al diccionario y comprobar
que los cambios sociales en relación con las mujeres
han pasado inadvertidos a los académicos, quienes
incluyeron vocablos como "casete" y "disquete"
pero, ignorando la realidad social, siguen definiendo
"abogada", "médica" y "ministra"
respectivamente como mujer del abogado, del médico
o del ministro. Muy actualizado en cuanto a vocablos tecnológicos,
el DRAE mantiene vigente una enorme cantidad de palabras
referidas a mujeres que se definen como sinónimos
de "prostituta".
Y es que, como señala Eulàlia Lladó,
un diccionario no sólo enseña y prescribe
cómo es la lengua, sino que "enseña
e incluso prescribe cómo es o cómo tendría
que ser el mundo".
En un interesante estudio sobre el DRAE ("Lo femenino
y lo masculino en el Diccionario de la Real Academia Española",
Madrid, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Instituto
de la Mujer, 1998), diversas autoras, Lladó incluida,
han señalado el hecho de que su material, considerado
globalmente, ha originado un discurso anticuado, cerrado,
y unidireccional que favorece la manipulación y
ocultamiento de la realidad de las mujeres. Producto de
esto, en él se nos representa de manera desigual
y descompensada; se silencian nuestras actividades ligadas
al pensamiento y el trabajo científico; se atribuye
distinto valor a nuestra experiencia; se omite y escamotea
lo femenino. Es bueno recordar con Ludwig Witthenstein
que los límites de nuestro lenguaje son los límites
de nuestro mundo.
Y con todo esto, de entre 38 candidaturas procedentes
de 14 países, es a las 22 Academias de la Lengua
responsables de tal Diccionario a las que el 6 de septiembre
se ha otorgado por unanimidad el premio Príncipe
de Asturias de la Concordia. Un premio que distingue a
personas o instituciones cuya labor contribuya "de
forma ejemplar y relevante", entre otras cosas, a
"la fraternidad entre los hombres", "la
lucha contra la injusticia" o "la ignorancia",
"la defensa de la libertad y del patrimonio de la
humanidad" y la apertura de "nuevos caminos
al conocimiento".
No es necesario sumirse en profundas cavilaciones para
dilucidar el hecho de que un diccionario tal puede estar
contribuyendo a la fraternidad entre los hombres, pero
no, desde luego, a la fraternidad entre hombres y mujeres;
ni a combatir la ignorancia, porque oculta una parte importante
de la realidad actual; ni a "abrir nuevos caminos
al conocimiento", puesto que no permite ver ni valorar
parte de la experiencia humana. Por las mismas razones
no cumple enteramente su labor de enriquecer el idioma.
Entonces ¿por qué el Príncipe de
Asturias para las Academias? Tal vez por eso mismo: Como
entre bueyes no hay cornadas, los patriarcas continúan
protegiendo sus feudos de prestigio y de poder, frotándose
mutuamente las espaldas entre guiños cómplices
e intercambios de trofeos. |
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