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29 de febrer
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Los errores de la Real Academia Española.Ortografía imperial
  Mentiras y estupideces
Nikito Nipongo-Masiosare
   
  La Real Academia Española terminó de imprimir en julio de 1999 su ley ortográfica. Y ya en México, García de la Concha insistió el pasado 20 de septiembre que había recibido "la encomienda del rey Juan Carlos I de España de mantener indivisible el código ortográfico". Obviamente, fraguado conforme al parecer español y, en consecuencia, sin admitir ningún reparo de las colonias del nuevo mundo.
Por cierto, en esa fecha don Víctor dijo que no recordaba la menor aportación de los académicos mexicanos a la Ortografía. La bochornosa desidia de los componentes de la Academia Mexicana se manifestó, sobre todo, en el siguiente episodio.
La Ortografía de la Lengua Española (162 páginas) muestra en su portada este añadido: "Edición revisada por las Academias de la Lengua Española" (para la de Madrid, la lengua hispanoamericana no existe). Tal señalamiento es completamente falso. Las 20 hijastras de la Madre Academia que dormitan en América hicieron en torno a la Ortografía lo que vienen haciendo desde su origen: nada. Por tanto, se abstuvieron de examinar esa edición. Una simple prueba de que así actuó la Academia Mexicana es la que ahora anoto: en el apéndice 2 de la Ortografía, titulado "Nombres de países reconocidos por los organismos internacionales, con sus capitales y gentilicios", aparece este dato (página 126): "México D.F., Capital de México. GENT. chilango, ga". Ningún académico mexicano revisó dicho pormenor ni, menos aún, lo objetó. En primer término, la capital es la ciudad de México. Y lo otro no es un gentilicio, sino un apodo ofensivo.
En el Diccionario de la Lengua Española se menciona como acepción número 11 de la palabra gato esto: "Hombre nacido en Madrid". Pero claro que en aquel apéndice de la Ortografía, cuando se señala a Madrid, no se indica que el gentilicio respectivo sea gato, sino madrileño. Y en cuanto a la ciudad de México, el gentilicio no es el majadero chilango, invento de un aldeano resentido, sino mexicano: oriundo del sitio llamado México (es decir de la isla de México-Tenochtitlán), en que luego se fundaría la capital.
Repito: la Ortografía de la Real Academia Española no fue revisada por sus entenadas. Se trata de un trabajo exclusivo de la Real Madre. Desde Madrid, por mandato real la Real Academia Española revive su vieja ortografía para que la acaten sin chistar los millones de escribidores en español. No se les ha pedido previamente su opinión.
Criterio sublime
El prólogo de la Ortografía de la Lengua Española, fiero alegato para mantener la supremacía de la Real Academia Española sobre nuestra escritura y contra todo intento de emancipación, comienza así: "Han sido muchos los hispanohablantes que en los últimos tiempos se han dirigido a la Real Academia Española solicitando aclaraciones de normas ortográficas, planteando dudas y sugiriendo, en fin, la conveniencia de presentar la Ortografía de un modo más sistemático, claro y accesible". Puesto que el anterior manual ortográfico de la Real Academia Española se publicó en 1844, es evidente que serían muchos los hispanohablantes (mejor dicho hispanoescribientes) que en los últimos tiempos le dieran la lata a esa institución para preguntar sobre la ortografía. Mas la verdad es que fueron unos cuantos.
El segundo párrafo del prólogo arranca de la siguiente fantasía: "Los detallados informes de las distintas academias han permitido lograr una Ortografía verdaderamente panhispánica". ¡Panhispánica, vaya embuste idiota! Aparte de que se trata de un conjunto de reglas antiguas, las mismas se refieren de modo preferente al español de Madrid, haciendo caso omiso del español de nuestra América.
En los países hispanoamericanos, por ejemplo, la Z y la C equivalente a Z (frente a las vocales E, I) tienen el mismo sonido que la S. Empero, en dichas naciones hay que escribir zapato aun cuando se lea sapato; y calzones, azúcar, calcetín y cinta con todo y que se pronuncien calsones, asúcar, calsetín y sinta, ¡sólo porque en España se mantiene el sonido local de la Z!
La Real Academia Española declara en su Ortografía: "La z representa el fonema interdental fricativo de zapato o azul. En zonas de seseo representa también el fonema predorsal equivalente al de la letra s". O sea que según la Real Academia Española, es la primera regla la única general y respetable; la Z como se pronuncia en España -y no en toda- se establece ortográficamente, ¡sin importar que las despreciadas zonas de seseo, donde el sonido de la Z es sustituido por el de la S (aunque conservando el signo de aquélla), constituyan la mayor extensión del universo de habla española!
Insisto: esa ortografía, arreglada por la anacronizante Real Academia Española, está hecha para España y de ningún modo para el resto del mundo hispánico. De ello se alegra la Madre pues, más adelante, en el mismo prólogo, indica: "Predominó la idea y voluntad de mantener la unidad idiomática" (unidad que tiene como centro Madrid) "por encima de particularismos gráficos no admitidos por todos; poco a poco, las naciones americanas de nuestra lengua se mostraron conformes con la ortografía académica" (la española, claro) "y la hicieron oficial en las diversas repúblicas" (culimpinándose, aceptaron someterse al ordenamiento del rey de España).
La limpia ideal
Hubo una disidencia: "la llamada 'ortografía chilena' difundida por diversos lugares de América", pero "el proceso se cerró en Chile, donde más tiempo se había mantenido el cisma (sic), con decreto que firmó el presidente Ibáñez" (Carlos Ibáñez del Campo, golpista que reprimió organizaciones izquierdistas, ya como presidente de Chile emitió tal decreto), "donde se disponía, a partir del 12 de octubre de 1927, se adoptase la ortografía académica" (española) "en todos los establecimientos de enseñanza pública y en la redacción de los documentos oficiales" (¡bravo!).
En las siguientes páginas del prólogo se machaca sobre la veneración que debe rendirse a la ortografía de la Real Academia Española. Ni siquiera los habitantes de España pueden oponerse en ninguna forma a ella: "En 1843, una autotitulada 'Academia Literaria y Científica de Profesores de Instrucción Primaria' de Madrid se había propuesto una reforma radical, con supresión de H, V y Q, entre otras estridencias (¡!), y había empezado a aplicarla en las escuelas". Llamándola "descabellada actuación de los maestros madrileños", la inquisitorial Real Academia Española respingó entonces demencialmente contra la cuerda eliminación de H, V y Q, ¡pese a que al comenzar el mismo siglo XIX la real institución había expulsado del alfabeto a la S larga -que se confundía con la F-, a la S doble, a la C con cedilla, a la PH, a la Q sola con valor de K, a la RH y a otros desperdicios, sin que tal acción higiénica fuese descabellada!
Por supuesto que aquellos catedráticos de Madrid obraron con muy buen tino: la H muda, la V y la Q debían en 1843 -y ahora- morir.
Igualmente, por lógica, tienen que suprimirse la C -reemplazable por la K y la S-, la G igual a J, la LL igual a Y, la U muda, la Y vocal, la mentada Z igual a S... pero no nos hagamos ilusiones.
La desventurada hache muda
Veamos el alocado alegato de don Víctor García de la Concha, director de la Real Academia Española y promotor de la Ortografía de la Lengua Española, a favor de la hache sin voz: "La hache de hombre no se pronuncia -dijo en México-, pero yo siempre digo que esa letra nos hermana con todos los hombres de la estirpe latina. Suprimirla sería empobrecer la lengua y tampoco facilitaría nada". (Antes principiaban con hache, entre otras voces, armonía, arpa, arpía, arpón, arre... que hoy se escriben sin hache, ¡y no por ello se ha empobrecido la lengua!)
Gabriel García Márquez aboga sensatamente por la supresión de la hache muda (otros recomiendan que se le dé sonido: el de la CH -así se escribiría Hina a cambio de China-). Luego de que hizo tal propuesta, se pidió el parecer de varios escritores, quienes soltaron en contra de García Márquez una sarta de tonterías anticientíficas, similares a la sandez de don Víctor, defendiendo a la hache silente.
Pero claro que hubiera sido mejor solicitar el parecer de los más afectados por la permanencia de ese signo ocioso: los niños de primaria que sufren al ignorar si en determinada dicción deben poner la hache no pronunciable; los campesinos, las criaditas, los obreros víctimas también de una instrucción deficiente y tantos otros. Debió escucharse a quienes se les vuelve tormentosa la duda sobre la inclusión o la omisión de la hache muda en sus escritos.
¿Se trata de una letra inútil por la cual nos hermanamos con todos los hombres de la tal estirpe latina? Bueno, ¿es que si la suprimiéramos no seguiríamos ermanados con esos ombres? España se escribe sin H pese a que, conforme a la etimología debería llevarla, por su antepasada Hispania; empero ¿dejarán de ermanarse los hespañoles?
Como lo asienta en el libro que he estado analizando, la Real Academia Española "cree, con todas las academias asociadas" (y subyugadas) "que un código tan ampliamente consensuado merece respeto y acatamiento" (¡ole!), "porque, en última instancia, los hispanohablantes hemos de congratularnos de que nuestra lengua haya alcanzado con él un nivel de adecuación ortográfica que no muchos idiomas poseen".
Mas, ¿no sería lo más conveniente que ese nivel llegara a su perfección al limpiar de incongruencias las normas de nuestra escritura, aparte de erigir como reguladores de ella no a academias putrefactas, sino a institutos lingüísticos modernos y auténticos representantes de la mayoría de quienes escribimos en español?
Podría señalar más absurdos y lamentables retrocesos en la irracional Ortografía de la Lengua Española, pero por ahora con lo que ya he dicho es suficiente.