Las asociaciones de víctimas
del terrorismo hicieron público el pasado sábado
un comunicado conjunto en el que, a la vez que expresaban
su deseo de que el "alto el fuego permanente"
proclamado por ETA presagie el fin de la organización
terrorista, manifestaban algunas consideraciones políticas
que iban bastante más allá de ese plausible
deseo.
Dentro de esas consideraciones, figuraba
una que sostenía que "el final del terrorismo
no puede conducir a la frustración de las aspiraciones
de justicia de las víctimas". Lo afirmaba
como si se tratara de una evidencia. Y no lo es.
Aclaremos, para empezar, que cuando
dice "no puede" lo que quiere decir es "no
debería". Porque lo que es poder, puede.
Está sobradamente acreditada la capacidad de
los poderes públicos para frustrar los deseos
de justicia de toda suerte de víctimas en razón
de intereses superiores, reales o supuestos.
Hay muchos miles de conciudadanos nuestros
que lo saben muy bien, por triste experiencia personal.
La tan festejada Transición española encontró
uno de sus principales fundamentos en el pacto implícito
por el que se decidió dejar a beneficio de inventario
todos los crímenes cometidos por la dictadura
franquista, renunciando a exigir responsabilidades no
sólo a quienes los cometieron, sino incluso a
los que amasaron cuantiosas fortunas aprovechándose
de ellos. Y no estamos hablando de 800 muertos, sino
de cifras seguidas de bastantes ceros más, tanto
en víctimas como en dinero.Asesinatos, ejecuciones
sumarias, torturas, robos, expropiaciones ilícitas...
todo ello realizado bajo el amparo del poder de un Estado
impuesto por la fuerza de las armas.
¿Fue un ejemplo de responsabilidad
histórica hacer borrón y cuenta nueva
con todo aquello, pero sería inaceptable que
ahora se aplicara un remedo de lo mismo? ¿Convenía
entonces dejar de lado el rigor de la Justicia, pero
sería una intolerable afrenta a los principios
del Estado de Derecho ajustar ahora a las circunstancias
la aplicación de la ley? ¿Fue necesario
en aquel momento que prevaleciera la idea de que "a
grandes males, grandes remedios" pero ahora ha
de imponerse ineluctablemente el dura lex, sed lex?
Muchas víctimas del franquismo
siguen sin olvidar ni perdonar a sus verdugos, pero
han tenido que amoldarse mal que bien a la evolución
de los acontecimientos, por mucho que les haya dolido.
Saben que los imperativos políticos suelen ser
proclives a las injusticias. Pero es curioso: nunca
he oído a quienes ahora subrayan cuán
abominable sería frustrar las aspiraciones de
justicia de las víctimas decir ni media palabra
sobre el agravio padecido por las muchísimas
víctimas que les precedieron en eso de ver frustradas
sus aspiraciones de justicia.
Estaría bien que explicaran ese
silencio. Me da que resultaría ilustrativo.
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