El sondeo que llevó a cabo el Centro
de Investigaciones Sociológicas sobre las elecciones
vascas quedó concluido a su debido tiempo. Eso dicen,
al menos, los trabajadores del propio CIS, que no han
dudado en calificar de «mentiras inaceptables» las excusas
dadas por el Gobierno para justificar la ocultación
del estudio realizado por el prestigioso organismo demoscópico
dependiente del Ministerio de la Presidencia.
Yo no sé qué resultado dio ese sondeo
-y aunque lo supiera no podría decirlo, porque está
prohibido- pero pongamos que augurara, por ejemplo,
que la coalición PNV-EA va a obtener por sí sola más
escaños que el PP y el PSOE juntos.
Es una mera hipótesis.
De ser así, entendería perfectamente
que el Gobierno ocultara ese sondeo. Porque, de lo contrario,
el candidato del PP habría tenido que pasarse la recta
final de la campaña respondiendo una y otra vez a la
misma pregunta: «Y si pierde usted las elecciones, como
pronostica el propio CIS, ¿qué piensa hacer?». Lo que
le habría puesto en una posición ciertamente incómoda.
Entre otras cosas, porque es una pregunta para la que
no tiene respuesta. O, mejor dicho: para la que no quiere
tener respuesta pública.
Decía más arriba que, si el sondeo del
CIS arrojara un resultado como ése, entendería que el
Gobierno lo hurtara al conocimiento general. Lo entendería,
sin duda, pero no por ello lo condenaría menos. Porque
quien ama realmente la libertad de información la respeta
en toda circunstancia, aunque eso le obligue a aceptar
la difusión de datos que le perjudican.
Pero tal vez no sea el caso.
En paralelo a este turbio episodio sobre
el sondeo del CIS, se produjo en TVE otro quizá no del
todo disímil. El comité de empresa de TVE en Bilbao
emitió anteayer un comunicado en el que informó de que
la jefatura de los Servicios Informativos del ente público
había censurado las palabras del lehendakari Ibarretxe
en las que condenó el asesinato del presidente del PP
aragonés, Manuel Giménez Abad. El comité afirma que
tiene constancia de TVE no emitió esa información pese
a que las imágenes que la avalaban llegaron a Madrid
con tiempo sobrado.
«Debemos unirnos todos los verdaderos
amantes de la libertad», oigo decir y repetir estos
días.
Y no digo yo que no, pero habrá que
ver quiénes somos los verdaderos amantes de la libertad.
Porque hay por ahí algunos que hablar, hablan mucho,
pero que, en cuanto la libertad les molesta, le arrean
cada bofetón...
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