El ciudadano Esteve Perpinyà
i Perpinyà decidió, ya hace más
de un año, que quería vivir en su país
hablando únicamente en catalán. "El
primer día me costó un montón.
Has de reenfocar tus relaciones. De repente te pones
a hablar en catalán con conocidos a los que siempre
has hablado en castellano. Ellos se sorprenden, pero
acaban por seguirte el juego. Cada uno habla en su lengua,
aunque algunos, que son catalanes,
también se pasan al catalán. Me supuso
un sobreesfuerzo comunicativo: derrochaba simpatía,
buscaba adjetivos que fuesen diáfanos...".
Esteve Perpinyà tiene 37 años
y es un hombre dinámico al que atraen los retos.
Es archivero en la Universitat Autònoma y alcalde
de su pueblo, Pardines, aunque vive en Barcelona, a
125 kilómetros de ese rincón de la Garrotxa.
"No he perdido ningún amigo.
Lo que he descubierto es cuán difícil
es vivir un día entero hablando solamente en
catalán -dice-. A veces, cuando creo que todo
ha ido sobre ruedas, llego al supermercado a buscar
unas piezas de fruta y la dependienta, que ha llegado
de algún país de Sudamérica, aún
no comprende el catalán, y he de señalarle
las manzanas o las naranjas e indicarle con los dedos
cuántas quiero comprar", explica con un
tono entre didáctico y convencido.
De hecho, Esteve Perpinyà i Perpinyà
-uno piensa que con estos apellidos estaba predestinado-
no hace más que llevar a cabo algo que el pensador
y profesor de filosofía Josep Maria Terricabras
comentaba en su estimulante libro "Raons i tòpics"
(La Campana, 1991): "És just reivindicar
que, tal com a Catalunya s'hi pot viure només
parlant castellà, també s'hi pugui viure
només parlant català".
Pero en Barcelona la encuesta de población
metropolitana dejó claro que el 50% de los ciudadanos
considera el castellano su lengua, mientras que tan
sólo lo hace el 29% con el catalán, aunque
haya un 13% que se define como bilingüe.
Terricabras no se sorprende por esas
cifras. "En Girona, donde doy clases, hace unos
años, era extraño tropezar con dos alumnos
que hablasen en castellano; hoy en día es de
lo más normal".
Lluís Sarri, un profesor de literatura,
añade que en su colegio "los libros son
en catalán porque así está establecido,
pero son bastantes los profesores que imparten la asignatura
en castellano. Cuando el director les recuerda que han
de aprender el catalán, siempre se excusan con
que el año que viene lo harán". Y
la inspección no ejerce.
Escena en un vagón de un metro
de la línea de Horta. Cuatro mujeres y un hombre
comentan cosas sobre un hijo de una de ellas y lo hacen
en catalán. Son cuarentones. En el banco de enfrente
dos chicas y un chico hablan de la enfermedad de un
amigo y lo hacen en castellano. Algunos de los cuarentones
seguramente aprendieron en castellano en la escuela;
los jóvenes preocupados lo han hecho en catalán.
Pero el uso social del castellano es
mayoritario hoy entre la gente joven, para unos porque
es el idioma familiar; otros porque se pasan del catalán
al castellano por comodidad.
Jordi Porta preside una entidad, Òmnium
Cultural, que nació para defender la lengua catalana
en tiempo de dictadura. Cuentan con 15.600 socios, pero
la edad media es de 40/50 años; pocos jóvenes
se apuntan, aunque quiere impulsar una campaña
de afiliaciones. Está convencido de que falla
la militancia catalanohablante. "Enseguida nos
pasamos al castellano cuando el interlocutor nos habla
en ese idioma. Un inmigrante argentino que trabaja en
un bar me comentaba que no encontraba cursos para aprender
catalán -realmente hay más demanda que
oferta- y que siempre se le dirigían en castellano
aunque él intentaba chapurrear el catalán",
comenta Porta.
Persona positiva por naturaleza, Porta
cree que también hay ejemplos positivos, como
el de aquellos antiguos inmigrantes que con sus padres
siguen hablando en castellano, pero utilizan el catalán
con sus hijos, educados en esa lengua.
"En Suecia hay sesenta horas gratuitas
y obligatorias para aprender el sueco", argumenta
como buscando soluciones al problema. Pero, claro, Suecia
es un estado y puede obligar. Aquí la normalización
ha fracasado cuando ha intentado imponer el catalán,
"aparte de las campañas furibundas que esas
tímidas ideas han suscitado en un estado, el
español, centralista hasta la médula,
aunque disimule".
Explica otra idea más próxima
y factible: las parejas lingüísticas. Consiste
en "adoptar" a un recién llegado para
enseñarle el catalán. Funcionan actualmente
45 parejas en Vic, y desde Òmnium estudian repetir
el ejemplo en Badalona e Igualada.
Las causas del descenso del uso social
del catalán son complejas. Están las familias
llegadas de todas las regiones de España que
nunca necesitaron aprender otra lengua, el clima ambiental
poco favorable y también una actitud intelectual
que ha menospreciado el catalán, aparte de campañas
contra su supuesta imposición contra el castellano.
Está también la teoría
del prestigio de publicar en un idioma u otro. Un historiador
animaba a otro a escribir una novela que tenía
pensada, pero consciente de que su amigo era catalanista,
le aconsejaba hacerlo en castellano, por la mayor difusión.
Esteve Perpinyà, el ciudadano
que vive el día entero hablando en catalán,
pertenece al bando de los optimistas. "Todo es
cuestión de proponérselo".
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